Continúa la aventura vital de nuestro personaje de ficción. Con el deseo de que os arranque una sonrisa caritativa, al menos.
Todas las televisiones estaban dando una noticia mundial: “Carlos, Rey de Inglaterra, padece
cáncer, descubierto después de una operación benigna de próstata”
─ ¡Atiza, macho! Con lo
que te ha costado esperar para ponerte varios kilos de diamantes en tu testuz ─dijo
Pedro al verlo. ─ ¡Bienvenido al club, majestad, jajaja!
Apagó la televisión
mientras una sonrisa amarga cruzó por su cara. Era su primer día de revisión después
de pasar por un duro proceso: Detección de los adenocarcinomas mediante tracto
prostático, resonancia magnética, biopsia de fusión y criocirugía focal…
─ Carlitos Rex: “Cada
perro se lame su pijo” como dice el refranero castellano. Toca preocuparnos ahora cada uno del nuestro, seas rex o chusma...
Subió al tren de cercanías
para ir a la clínica urológica de Madrid, se sentó junto a la ventanilla del
tren y pensó en lo que había hecho en su vida ¿Quién habría sospechado que iba
a salir tan bien? Pedro había leído mucho y muy variado, y recordó una arcaica
sentencia zen:
“Siéntate
en silencio y espera. Deja que las cosas ocurran por sí mismas y sé consciente
de cuándo actuar y cuándo dejarlo estar”
─ Sentado y en silencio ya
voy; y dentro de poco seré consciente de lo que debo hacer o no hacer ─ se dijo
a sí mismo en un suave murmullo que hacía inaudible el traqueteo del vagón.
Ya en el metro sólo
deseaba salir de esa ratonera cuanto antes, e indemne. Su hijo mayor, usuario
diario de ese transporte, le había advertido: “ Pedro, ya no es como en tus
tiempos, ni se te ocurra mirar fijamente a nadie y menos aún a chicas ligeras
de ropa. Vas por una línea peligrosa, ponte estos auriculares aunque no estén
conectados y mira los anuncios de la pared con cara de bobo”.
─ Buenos días Paula, tengo
consulta con el cirujano a las once, pero acostumbro a llegar un poco antes. Voy
a seguir leyendo mientras espero. Como me quedo absorto cuando leo… ¿serías tan
amable de avisarme cuando llegue mi turno?
─ Buenos días ¡Claro que sí Pedro! ¿Y qué es
lo que estás leyendo que te absorbe tanto, si puede saberse? ─ contestó la
recepcionista regalándole la mejor de sus sonrisas.
─ La mujer desnuda: un estudio del cuerpo femenino, de Desmond
Morris.
Cuando Pedro acabó de
decirlo en voz alta, en la sala de espera de la clínica de urología, en pleno barrio
de Salamanca de Madrid, llena de ancianos conservadores acompañados por sus
mujeres; un silencio sepulcral estalló como una granada de mano. Hasta se podía
oír.
Pedro sintió la misma sensación
que tendría un judeoconverso ante la mirada de Torquemada, el Inquisidor: terror.
─ Bueno no es lo que te
piensas, es un estudio antropológico de… la mujer… ─Balbució.
─ ¡Don Gallardo Jacobo
Álvarez de los Castillos y señora, acompáñenme por favor! ─anunció Paula.
La comitiva pasó a su lado
como si Pedro fuera una estatua de humo.
Pedro pensó otra vez en
zen, se sentó y esperó, y lo dejó estar.
Los antropólogos defienden
la tesis de que a la evolución le importa poco un individuo una vez éste se
haya reproducido, es decir: cuando ya ha transmitido el tesoro de su ADN a otro
ser humano de la misma especie, se convierte en prescindible.
─ Me lo tienes que prestar
─ le susurró Paula bajito al volver de la consulta.
─ Cuenta con ello, pero
quizás te interese más El hombre desnudo, del mismo autor, donde expone
que sólo hay tres formas de penes en los Homo Sapiens machos…
Dos matrimonios se
levantaron y se alejaron de Pedro al otro extremo de la sala de espera, serios y con
la mandíbula inferior altiva, mientras Paula hacía grandes esfuerzos para no
soltar una carcajada.
Cuando le tocó su turno y abrió
la puerta de la consulta Pedro se asustó. Primero, porque un hombre de casi dos
metros con bata blanca y con una cabeza en forma de pera, siempre impresiona y después
por pura intuición, al ver su mirada.
─ ¿Por qué noticia empiezo Pedro ─preguntó el
médico ─ por la buena o por la mala?
─ Por donde quiera, pero
dígamelas rápido, doctor.
─ Tenemos que volver a
operar Pedro, tu cáncer se ha recidivado. Lo superarás, aunque quedarás impotente
e incontinente y tendrás que usar pañales.
─ ¿Sabe usted si en los
conventos de los frailes cartujos hay farmacia? Bueno, se podrán pedir por
Internet supongo, los pañales, digo, porque voy a reservar una celda en el de
Xeréz de la Frontera…
El urólogo se echó a reír.
─ No es para tanto,
hombre, las ciencias avanzan que es una barbaridad, como cantaban nuestro
abuelos en las zarzuelas. Te vamos a aplicar las mismas técnicas que al Rey de
Inglaterra: os operará Da Vinci.
─ ¿Un descendiente del genio renacentista?
─ No, es un robot de
última generación que vale millones y aquí disponemos de uno. Hable con Paula para las
pruebas del preoperatorio. Hasta pronto. Cuídese.
Pedro salió cabizbajo y se
acercó a la mesa de recepción.
─ Toma Paula, te regalo el
libro, se me han quitado las ganas de leer sobre los penes de los Sapiens y de
la madre que los parió.
MARCUAN. 18/3/2024.
Copyright
(CONTINUARÁ)