martes, 24 de abril de 2012

TESTAMENTO: NO ESPERES A MAÑANA

Hace poco un joven motorista fue atropellado en Cataluña . El conductor del coche huyó. El joven ha fallecido.

Prometí a muchos amigos que algún día hablaría de la necesidad de tener hecho el testamento. Creo que ahora es oportuno, porque nos hemos dado cuenta de que nadie tiene asegurada la vida.

Descanse en paz nuestro joven amigo motero.





Art. 667 del Código Civil Español.— El acto por el cual una persona dispone para después de su muerte de todos sus bienes o de parte de ellos, se llama testamento.
 
El Código Civil común, por el que nos regimos los españoles, deja claro desde el principio, que quien puede actuar es una persona.

Y el testamento sólo es válido para después de la muerte de esa persona.

Las personas, en lenguaje leguleyo, pueden ser de dos tipos: jurídicas y físicas. Para testar hay que ser persona física, es decir, un ser vivo como tú y como yo, siempre que seamos mayores de edad y estemos en nuestros cabales.

 Cuando me presenté ante un Notario para testar, junto con mi esposa, a los veintinueve años de edad, se sorprendió. No era común, ni lo es hoy, hacer testamento tan joven. Quizás porque haya intereses ocultos, que desconozco ni quiero denunciar, que eviten fomentarlo. O quizás sea porque los jóvenes no tienen bienes, sino deudas.

Sí, es cierto, para dejar algo a alguien, hay que tener algo. Pero sin tener algo, puedo dejar la custodia de unos hijos menores a quien yo prefiera, evitando que tome la decisión un juez en mi lugar, por ejemplo. Y algunas cosas más.

Con este escrito, no pretendo dar una clase magistral de Derecho Civil, sino informar con sencillez a mis amigos, a los que me leen, para su propio beneficio. Luego, claro está, cada uno hará lo que quiera. Estamos en un país libre, por ahora. Ojalá dure muchos años.



Art. 670 C.C.— El testamento es un acto personalísimo: no podrá dejarse su formación, en todo ni en parte, al arbitrio de un tercero, ni hacerse por medio de comisario o mandatario.

Yo fui junto con mi esposa, pero cada uno firmó su propio testamento. Y así ella eligió  un tutor diferente al mío, en caso de que falleciéramos siendo nuestros hijos menores de edad.  Por tanto, amigos, no hace falta que digas a tu cónyuge o compañero que se venga a hacer el testamento o te diga cómo hacerlo. No. Puedes ir sólo y hacer más de uno, cuando tú quieras. El último testamento anula los anteriores.


Art. 676 C.C.— El testamento puede ser común o especial. El común puede ser ológrafo, abierto o cerrado.

He dicho que os informaría de la forma más sencilla. Hay varios tipos de testamento. Por eso, ahora, sin prisas y en tus cabales, puedes elegir el menos complicado y el más barato de todos —menos de cien euros — y que puede ahorrar mucho dinero en impuestos a vuestros descendientes. 

Los padres heredan los bienes de sus hijos, si éstos no tienen descendencia —el caso de Stieg Larsson, novelista sueco, es famoso porque convivió con una mujer 30 años, a la que no ha correspondido nada de su fortuna por no haber hecho testamento —. Toma nota.


Art. 694 C.C.— El testamento abierto deberá ser otorgado ante Notario hábil para actuar en el lugar del otorgamiento. 

Elegimos éste, el más fácil. Sígueme. Buscas una Notaría cercana o de tu confianza. Hablas con el oficial y le pides día y hora para que el Notario te reciba, también el precio, que puedes comparar con otras notarías. Y aquí tendrás el primer problema, porque tú eres una persona física informada por Marcuan. No quieres el “churro” o impreso —cambian el nombre y listo —que tiene el oficial dentro de su ordenador con las cláusulas iguales a todos, no, tú quieres poner las tuyas. No pueden ser ilegales, claro, para eso estoy yo, pero sí especiales. Y eso fastidia un poco pero… tú pagas para que trabajen a tu gusto.

Yo te voy a recomendar las cláusulas que elegí y que aún siguen en vigor en mi testamento. Si te gustan, cópialas, te las dono con mucho gusto. Tú me regalas tu tiempo y tu atención, amigo, y eso es impagable.

1.    Estás casado. Tienes un hijo. Te mueres. Tu mujer se casa o convive con otro hombre, con el que tiene un hijo. Como mis genes están en mi hijo, también mis bienes. Por lo que dispongo: “Si mi cónyuge tiene nuevas nupcias o relación semejante, pierde el usufructo otorgado a su favor, en favor de mi hijo”. Y punto. Si eres mujer, lo mismo puedes disponer respecto a tu marido.

2.    Tienes dos hijos A y B:  A se casa con X y tiene un hijo (AX). B se casa con Z y tiene una hija (BZ). Un mal día B y su hija BZ fallecen en un accidente de tráfico —llevan tu sangre —. Z se casa con H y tiene un hijo (HZ) ¿Quieres que HZ herede tus bienes sin llevar tus genes? Pues dispón que haya una cláusula en la que diga que tus herederos “lo serán con derecho a acrecer entre hermanos”.

De esta forma los bienes de BZ pasarán a su hermano AX y no a su hermanastro HZ. ¿Complicado? La vida tiene sorpresas…

3.    Imagina un peral que da fruto. Tú puedes ser propietario del peral y de las peras. Pero también sólo de las peras —usufructo —o sólo del peral —nuda propiedad —y no puedes vender el árbol.




Cuando firmaste el contrato matrimonial, firmaste un contrato en régimen de gananciales. Al contrario que en Cataluña, que firman el régimen de separación de bienes. No te informo del Derecho Foral Vasco para no liarnos ni tú, ni yo. 

Te aconsejo que dejes el usufructo de tu patrimonio a tu esposa, hasta que muera. Jamás tus hijos podrán vender ese piso a medias que tienes con tu mujer, sin su consentimiento. Que nunca se sabe con los hijos. Dale las peras a tu mujer hasta su muerte. Ella te ha dado frutas mucho más sabrosas.

Bueno, todo lo que habéis adquirido tu cónyuge y tú, a lo largo de vuestra feliz vida matrimonial, es el patrimonio de ambos, incluidos los cepillos de dientes. Y todo eso se divide al 50%. Ese 50% son tus bienes, los que vas a dejar en herencia. No a quien tú quieras, no te precipites, que has visto muchas películas anglosajonas y aquí nos regimos por el Derecho Romano.

Esa mitad de tu patrimonio lo puedes repartir en tres partes o tercios. Si es un caballo de carreras, hay que convertirlo en dinero, no vayáis a partir el caballo en trozos, como hace el bestia  de "La Montaña" en Juego de Tronos.




4.    El tercio de legítima pasa forzosamente a tus genes, es decir, a tus descendientes, sean hijos matrimoniales o extramatrimoniales los tenidos con otra mujer u hombre que no sea tu cónyuge quieras o no; son herederos forzosos. En el Derecho anglosajón pueden desheredar a los hijos, tú también puedes hacerlo, pero en  circunstancias muy severas. Una de ellas es que tu hijo atente contra tu vida. Difícil, porque te quiere mucho, seguro. Pero haberlas… las hay.

5. El tercio de mejora va también para tus genes, pero para el hijo o hijos que tú prefieras. Piénsatelo bien, a mí me parece injusto.

. 6. Y con el tercio de libre disposición puedes hacer lo que te venga en gana. Incluso dármelo a mí. Es broma, pero es cierto. Allá tú con tu conciencia.

Resumiendo: Tienes tres hijos: Pedro, Juan y Álvaro. Tu patrimonio lo dividimos en nueve partes iguales. Puedes dejar a Pedro y a Juan una parte para cada uno, el resto, siete partes, puedes dárselas a Álvaro… ¡como es el benjamín!

Yo te recomiendo que en tus cláusulas testamentarias hagas herederos universales a tus descendientes, a partes iguales, con derecho a acrecer entre hermanos y dejes el usufructo a tu esposa/o, con la condición de que no se case o conviva con otro/a. Elige un tutor de tu confianza, en caso de tener hijos menores de edad.

Irás al cielo.


Marcuan.





domingo, 22 de abril de 2012

MARGA: MUERTE, SEXO Y SANGRE II

Hola amigos. Después del partido de fútbol de ayer, os vendrá bien pasar un rato agradable -tanto si "ganasteis" como si "perdisteis" como si no os importó -leyendo la aventura de estos dos personajes, que también estuvieron cerca del Camp Nou. Porque son eso: personajes ficticios, no lo olvidéis.

Alguien que me estima y me sigue, me dijo: "Tienes que ser como Messi o Ronaldo, de nada vale saber regatear si no chutas a la portería, para meter gol. Un escritor nunca debe quedarse nada en el tintero: no tengas miedo".

En la Escuela de Escritores nos animan también a ser valientes. Vosotros juzgaréis si lo he sido o no.
 

Su tía no estaba. Una vecina les informó de que se la habían llevado en una ambulancia al Hospital de la Vall d’Hebrón. 

—Tengo que darle una mala noticia. Gloria ha muerto. Lo siento —dijo. La doctora Arancha Matas era una mujer atlética, de rostro dulce y mirada firme. Casi no pestañeaba.

Marga se acercó a Alonso y, echándole una mano por encima del hombro, le obligó a sentarse. La doctora les acompañó.

—Su tía Gloria le tenía un gran afecto. Lo sé porque la conocí bien. La he estado tratando durante estos últimos años de una enfermedad terminal. Quería que sus cenizas se esparcieran en su ciudad natal: en el Monte de la Piedad. Me entregó esta pequeña caja para usted. Mañana a las doce será incinerada en el tanatorio de Collserola.

Le acompaño en el sentimiento: era una mujer extraordinaria.

No pueden quedarse aquí, lo siento. Buenas noches. 

—Gracias —cogió la caja y se la metió en el bolsillo superior de la cazadora. Cerró la cremallera y echó a andar hacia la salida.

Estaba muy pálido. Marga puso en marcha la moto. Arrancó sin brusquedad: le había tomado el punto a la MP3 500 LT Sport y le agradaba conducirla. Enfiló hacia el Ensanche, hacia su casa. 


Alonso se abrazó a la cintura de Marga como un náufrago a su salvavidas. 

Cuando Marga abrió el portal, a Alonso le pareció entrar en un palacio. Una escalera lateral de mármol blanco de Carrara, pulido, sostenía una balaustrada de forja estilo Gaudí, igual que la rejería del ascensor. Una gran lámpara de bronce colgaba del techo. 


Ascendieron a la 5ª planta. Marga abrió la puerta maciza de nogal de su piso y entraron en el vestíbulo. Dejó sus llaves en un platillo de cristal veneciano y pasaron a un inmenso salón, decorado con muebles de estilo Luis XV. Predominaban los colores ocres y azules, que proporcionaban una agradable sensación de calidez. Gruesas alfombras persas cubrían un suelo de roble americano. 

Alonso se sentía culpable por no haber estado en el hospital, acompañando a Gloria en los últimos momentos de su vida. Estaba triste. Marga tuvo que zarandearle para que le prestara atención.
  
 Oye, cap de suro, siento  lo de tu tía. Ya veo que la querías mucho, pero esta noche no puedes hacer nada más. Mañana asistiremos a su incineración. Voy a prepararte un baño caliente y un poco de cena. Ahí está el dormitorio, vete desnudando que ahora te traigo un albornoz. Era de mi padre, pero te servirá. 

Alonso obedeció en silencio.

Se metió en una bañera de agua tibia, entre espumas de sales. Tres  velas  gruesas titilaban en un rincón. Olía a mirra y a fruta fresca. Estuvo allí, ausente, hasta que se miró las yemas de los dedos: las tenía blancas como calçots

Marga entró con una bandeja llena de fresas, dos copas y una botella de champagne descorchada. Llevaba un bata de seda lila. Dejó la bandeja junto a la bañera, escanció una copa y se la ofreció a Alonso. Al ir a entregársela se inclinó, resbalando la seda por su hombro y dejando al descubierto un pecho grande y firme, de piel tersa como el tambor del Bruc.

Alonso sintió como si un volcán erupcionara en su pecho. Cruzaron sus miradas llenas de fuego. Marga deshizo el nudo de su bata dejando que se deslizara con suavidad hasta el suelo. Alonso jamás había visto una mujer tan hermosa. Fue como un choque de trenes. Se incorporó, haciendo rodar las fresas por el suelo y sus labios se unieron en un beso pasional, largo y profundo. 


La penetró, una y otra vez, con furia, como si fuera a acabarse el mundo. Marga aceptaba sus embestidas con ternura, acariciando su espalda, su nuca, su cuello… dejando que se vaciara  varias veces dentro de las entrañas de su cuerpo sudoroso y jadeante, multiorgásmico. 

Cuando Marga tomó la iniciativa y le hizo una felación, a Alonso le pareció que las puertas de los cielos se abrían de par en par: nunca había vivido algo parecido. Luego, subida a horcajadas encima de él, le dejó agarrar y lamer sus senos. Tenía los pezones rígidos, como las empuñaduras de su moto, mudos testigos del chorro de placer que  hacía vibrar hasta la última célula de sus cuerpos. Quedaron rendidos, enroscados como dos lagartijas.

Mientras Marga dormía, Alonso se levantó sin hacer ruido y se fue hasta la cocina. No podía conciliar el sueño. Bebió un vaso de agua. Se sentó y respiró varias veces seguidas, dilatando su diafragma hasta el máximo, como le había enseñado Rafa, su profesor de boxeo. 

Aquella misteriosa mujer le había apartado de su vida normal, como un huracán arranca un árbol a 200 km/h. ¿Dónde iría a caer?  Se acercaba a los cincuenta años y todavía no había conseguido madurar lo suficiente para saber reaccionar a tiempo... 

Mil veces se lo había dicho a sus alumnos: “Tenéis que ser responsables de vuestros actos, pensad antes de actuar, porque las consecuencias pueden ser desastrosas. Si lanzáis una piedra, ya no puede volver atrás”. 

Decir y hacer… estaba otra vez desorientado… como hacía cuatro lustros, cuando ocurrió el accidente. 

El BMW se saltó el stop. El conductor iba borracho y drogado: como se demostró en el juicio. Les había embestido como una manada de búfalos enfurecida. El impacto de costado fue brutal. Alonso se sintió como flotando en una nube negra. Su esposa, embarazada de tres meses,  yacía allá abajo, destrozada sobre el asfalto, junto a la moto en llamas. 

Cuando él salió del coma y lo supo, quiso suicidarse. La psiquiatra y las pastillas verdes se lo impidieron.

Estudió Derecho y se hizo abogado. Trabajaba mañana, tarde y noche. Se volvió invisible para las mujeres. Ahora volvía a sentir  esa sensación de soledad interior: había perdido al único familiar que le quedaba vivo.

La más mínima filtración de la luz del día hacía despertar a Marga con la misma energía que desprendía al acostarse, como si no hubiera existido la noche. 

Miró a Alonso abrazado a la almohada, como un bebé. Le acarició su pequeño tatuaje de la ingle: una rosa roja. La rosa que se regala, junto con un libro, el día de San Jordi. ¿Pero qué iba a saber ese cap de suro de San Jordi? 

Era de Madrid o de Segovia, que qué más da, todos son iguales. Casposos hidalgos castellanos, arruinados, soberbios, conquistadores de imperios… Y hoy vendrían a miles, a ver jugar a su Real Madrid en el Nou Camp.

Siempre se había sentido independentista, desde niña; sus padres se lo habían inculcado en la época de Franco, antes de que la bomba de Hipercor les segara la vida.



¡Catalunya Lliure! había gritado en muchas manifestaciones, junto con sus compañeros universitarios, arropada por la senyera estelada. Les habían llovido los porrazos.

Pero aquel hombre le provocaba ternura, no sabía por qué, una ternura casi maternal.

Empezaba a ser mayor y su vida no podía seguir así: tenía que encontrar la forma de tener una relación estable, definitiva. Pero todos los hombres que había conocido pensaban en lo mismo cuando la miraban por primera vez: llevársela a la cama. ¿Los hombres no son capaces de darse cuenta de que las mujeres necesitan  cariño, besos, respeto, caricias… amor? 



MP3 500 LT Sport
Le gustaban las motos y su ambiente.

Cuando vio por primera vez aquel ferro de tres ruedas, se quedó perpleja. ¿Pero qué clase de moto era esa?  Luego, cuando Xavi le dijo, en plena Plaza de Cataluña: “¡Quin cul i quines tetes té la teva amiga Anna!”, no lo soportó. Se bajó y le atizó con el casco, con todas sus fuerzas… por machista.

Menos mal que el pobre cap de suro la obedeció sin rechistar. Siempre le había gustado imponer su voluntad, era una niña malcriada… y lo seguía siendo.

La indemnización por el atentado y el seguro de vida que tenían sus padres la habían colocado en una posición económica desahogada. Era rica, independiente, joven y guapa. Algo que alejaba a los hombres de ella como si fuera la peste. Pero Alonso no lo sabía y, sin embargo, la ayudó.

Le gustó cómo le había hecho el amor: desbocado, como si le fuera la vida en ello. Un hombre se había entregado a ella en cuerpo y alma por primera vez en su vida… y le agradó. Mucho.

Hizo un café muy cargado.

La ceremonia de cremación en Collserola fue corta y sencilla. La doctora Arancha Matas se colocó a su derecha, Marga, a la izquierda. Alonso estaba en medio de dos mujeres muy bellas, sin darse cuenta de ello.

—Adiós Marga, hasta la vista —dijo Alonso. Fue a darle un beso en los labios.

—¿Me puedes llevar a casa? Hoy hay partido de fútbol de alto riesgo y no me apetece estar por la calle, con tanta gente ¿Tú, de qué equipo eres?

—De la Gimnástica Segoviana —contestó Alonso.

Escudo del club de fútbol Gimnástica Segoviana

A Marga le dieron ganas de reír a carcajadas,  pero se contuvo.

Cuando Alonso se subió a la moto, intentó meter sus gafas en el bolsillo superior de la cazadora. No pudo, había olvidado la cajita que le había entregado la doctora Matas. La abrió sin quitarse el casco.

Los Rougon quieren el oro y tu vida. ¡Ten cuidado! Está en el interior de la chimenea. Esta es la llave de mi casa. Te quiero mucho, hijo. Adiós. Gloria. 

Se quedó petrificado.

—Marga, volvemos al Tibidabo.

Estaba harto de aquellos lingotes de oro. Se los llevaría a las Hermanitas de los Pobres y asunto zanjado. Quería largarse de Barcelona cuanto antes y para siempre.

Marga le acompañó a la masía. Le encantó. Haría una oferta si salía a la venta. Se fue a husmear por el jardín de enfrente, pegado a la falda de la montaña, por lo que pudo verlo todo. Un hombre, con la cabeza y la cara tapada por un turbante, se acercaba con sigilo a Alonso.

Llevaba un machete en cada mano.


Chilló con todas sus fuerzas. Alonso se revolvió, bloqueó la primera cuchillada con el brazo en alto, pero no pudo evitar la segunda, que le hizo un corte diagonal en el pecho, de arriba abajo, de izquierda a derecha…

Marga seguía gritando mientras corría en auxilio de Alonso que, tambaleándose, conseguía esquivar varias puñaladas más.

Cuando vio aproximarse a Marga, el atacante dudó, se echó a correr y desapareció. Marga llegó a ver sus ojos, depredadores y fríos, como los de una cobra. No los olvidaría nunca. 

Alonso, sentado en el suelo y con la espalda apoyada en el tronco de una parra, trataba de taponar las hemorragias  de su pecho y brazos con girones que arrancaba de su camiseta. La sangre le salía a borbotones. 


Ónix negro
Le habían arrebatado los lingotes de oro, pero su collar, con una pequeña piedra de ónix negro, seguía colgando de su cuello…

Marcuan (C) 
(Continuará en: Ónix negro)





lunes, 16 de abril de 2012

MARGA: UN MISTERIO DE MUJER I

Hola amigos: Alonso Reques de Guilarte, comienza una nueva aventura. Ha conocido a una mujer especial y misteriosa: Marga, en pleno centro de Barcelona. ¿Qué peligros le aguardan a nuestro profesor de Hª y a su querida "Trici"? 

Quizás tengáis que saber un poco de catalán, pero sois gente lista ¿o no? Que os divirtáis.

Plaza de Colón en Barcelona



MP3 500 LT Sport
Alonso estaba parado ante el semáforo, subido en su moto. No apoyaba ningún pie en el asfalto: era un privilegio que le concedían las tres ruedas de su MP3. 

Esperaba  luz verde para cruzar la Plaza de Colón de Barcelona y enfilar hacia la Diagonal.   

Acababa de llegar de Madrid, pero era demasiado pronto para irse a cenar con su tía Gloria y decidió darse antes una vuelta por las cercanías del Nou Camp y de la Universidad de Predalbes, donde en 1977 se matriculó en Historia del Arte.

Olía a mar y a flores. La ciudad había cambiado, estaba espléndida.

Una Harley Davidson Fat Bob, grande y ostentosa, paró junto a su Trici.  Alonso la miró con indiferencia, no era su estilo.

Harley Davidson Fat Bob



De repente, la chica que iba de paquete en la Harley, se bajó de la moto, se quitó el casco, lo agarró fuertemente con la mano y, con un movimiento circular, se lo estampó en la cabeza al conductor.

 ¡Fill de puta! ¡T'he dit mil vegades que les dones no som nomès tetas y cul! gritó.

El motero quiso parar el golpe y levantó los brazos por instinto, lo que le hizo perder el equilibrio. Cuatrocientos kilos le cayeron encima, atrapándole la pierna izquierda. No podía salir de debajo de aquella montaña de metal pulido y reluciente.

Entonces, la chica se subió al asiento trasero de la moto de  Alonso, mientras se volvía a poner el casco y se abrazaba con fuerza a su cintura.

Alonso estaba estupefacto.

-¡Arrenca d'una punyetera vegada! le chilló al oído.

La MP3 500 LT Sport casi se encabrita por el chorro brutal de gasolina súper de 95 octanos,  inyectado de golpe en sus tripas.

¡Ara gira a la dreta! dijo.

Aquella mujer despedía tanta tensión, que Alonso temió por un momento que iba a implosionar. 
 
Subiendo Paralelo arriba le mandó parar en la acera derecha, junto a unas terrazas, se bajó con prisas  y, sin mirar atrás, se metió en “Paddok”, un bar motero, mientras Alonso aparcaba y guardaba su casco en el arcón de debajo del asiento.                                        
                              
Entró poco después. Se sentó frente a aquella chica morena,  de pelo encrespado,  que lloraba con serenidad. Alonso rebuscó en su cazadora y le ofreció un paquete de Clínex.

¿Què voleu pendre? preguntó el camarero desde la barra.

 ¿Tú eres el dueño del cacharro ese de tres ruedas? Alonso se quedó callado. ¡Qué manía tenían en Cataluña de llamar cacharro a su MP3 500 LT Sport!  Ponme un gin tonic Joan… ¿y tú? Alonso no respondió.

¡Què vols pendre, cap de suro!  dijo la chica. Alonso enrojeció.

Una cerveza sin alcohol, por favor balbuceó.

Por primera vez, aquella mujer le clavó su penetrante mirada. Sus grandes ojos, de un color negro intenso, tenían las pestañas largas. Sonrió. Su sonrisa era encantadora y unos dientes blancos, pequeños y bien alineados, dulcificaban su rostro ceñudo. Era una mujer de edad madura, guapa y segura de sí misma.  Se secó las lágrimas.

Moltes gracies, noi, em dic Marga  ¿i tu com et dius? preguntó. 

Alonso Reques de Guilarte.

Encantada de conocerte. Se incorporó, para darle un beso en la mejilla.

¿De dónde vienes? dijo Marga.

De Madrid.

Mientras les servían las consumiciones se miraron en silencio, como dos boxeadores antes del combate por el título mundial. Dieron un par de tragos largos a sus vasos.

En ese instante apareció el dueño de la Harley Fat Bob. Sin decir palabra,  cogió por el cogote a Alonso y le sacó en volandas del bar, lanzándolo a la calle. Alonso rodó como un ovillo. Había practicado Jiu-Jitsu y sabía caer encima de un tatami, pero otra cosa es sacar brillo a los adoquines de la calle con la espalda. Se levantó dolorido, viendo venir a aquel bruto con los puños apretados y la cara enrojecida por la ira.
 
¡Seràs cabró!  Marga había salido del bar y le echó la zancadilla por detrás. El tío, trompicando, se chocó con la pata de cabra de su  moto y  se le volvió a caer encima. Aulló como Tarzán. Olía a gasolina.

¡Dame las llaves de tu moto, rápido! le dijo Marga a Alonso, extendiendo su mano.

Alonso le pasó su llavero de oro, como un autómata.  Marga, con gestos felinos, se subió a Trici y la puso en marcha. Alonso montó detrás. 

La gente que había salido del bar, estaba ayudando al hombretón a salir de debajo de su moto.

¿A dónde quieres ir,  cap de suro? preguntó Marga.

¡A la calle Bosque 69, Pie Funicular de Vallvidrera, en el Monte del Tibidabo! gritó Alonso. 

No se abrazó  al atractivo cuerpo de Marga, como deseaba; recordando el golpe con el casco que había dado a su novio, por si acaso. 

Se agarró con todas sus fuerzas a las asas del sillín trasero y se encomendó a la Virgen de la Fuencisla, patrona de Segovia, su ciudad de natal.

Marga apretó el acelerador a fondo, hasta que el tráfico de la Diagonal les engulló.

 Anochecía en la las Ramblas de Barcelona.. 


Ramblas de Barcelona

Marcuan.(C) 14/04/2012. (Continuará)

IN MEMORIAM: Este mes de Marzo de 2024 nos abandonó ERPECHE (primero por la izquierda en la fotografía), el motero en el que me inspiré para escribir este relato. 

Se rompió su gran corazón. 

Espéranos en la eternidad muchos años, viejo amigo... Descansa en Paz.






jueves, 12 de abril de 2012

ACCIONES PREFERENTES.

Cuando a un director de banco un cliente le acusó de usura, tuvo la desfachatez de contestarle que los bancos viven de eso, de la usura. 

Presuntamente, cuando algunas Cajas de Ahorro tuvieron que fusionarse para crear un  banco, se encontraron que con sus préstamos fallidos se había evaporado el capital confiado por sus depositarios, muchos de ellos muy ancianos.
La justicia se pronunciará algún día si utilizaron artimañas para que, miles de ellos, firmaran el canje de sus ahorros por participaciones preferentes. Un producto financiero de difícil comprensión.
 

Los tres ancianos entraron andando lentamente en la estación de metro de la Avenida de América. Dos de ellos se sentaron en uno de los bancos de piedra. El otro se quedó de pie junto a la vía, apoyado en su muleta, esperando la llegada del convoy. Giró la cabeza hacia atrás y sonrió a sus dos amigos. Luego miró a la boca del túnel del otro extremo del andén.

 ¿Tú crees que será capaz de hacerlo? dijo en voz baja uno de los viejos sentados en el banco, de pelo y barba canos.

 No estoy seguro. Juan siempre ha sido un poco cobarde. Acuérdate de cuando dejó preñada a su novia estando en la mili. Se pasó un mes lloriqueando, hasta que decidió casarse contestó Pablo, frotando su cabeza calva.

 Tendría que haber sido el último, pero cuando echamos a suertes el muy pánfilo va y saca la carta más baja: ¡el as de bastos!

 Una premonición, jaja ¡Toda su vida ha estado recibiendo palos! Es el destino. Fíjate en mí  ¿por qué crees que saqué la sota de copas? dijo Pablo.

 ¡Porque has sido un putañero y un borracho toda tu vida! rió Pedro.

 Y tú sacaste el caballo de espadas porque te has pasado la vida cabalgando tías y motos… y ¡dando sablazos! Ja, ja, ja…

Apareció el primer vagón y antes de que parara, Juan se lanzó a las vías. 

Un terrible chirriar de frenos se mezcló con gritos de horror y olor a quemado. Cuando el tren paró, el maquinista accionó la alarma y salió de su cabina con la cara desencajada. Se abalanzó debajo del tren. 

Salió poco después muy pálido y se puso a vomitar.

Pedro y Pablo se levantaron con dificultad, ayudándose con sus bastones de caoba y se dirigieron a la línea cuatro, dirección Argüelles, subiéndose al primer metro que pasó.

 ¿Cuánto le habían estafado a Juan?preguntó Pedro.

 Ciento ochenta y cinco mil euros, todos sus ahorros; el muy estúpido siempre confió en el director de la sucursal de su Caja de Ahorros; ese lechuguino que le daba tanta coba. Firmó sin leer una sola letra del contrato de canje de su dinero por las participaciones preferentes,  emitidas por el banco nacido tras la fusión contestó Pablo.

 Pues tú, al firmar… sólo estarías mirando a las tetas de la apoderada, seguro respondió Pedro, socarrón.

Pues sí, bien pensado, era lo mejor de esa porquería de Caja. Aunque creo que ella no sabía que sólo podría sacar el dinero dentro de mil años. ¿Y tú, por qué firmaste? preguntó Pablo.

Para fastidiar a mi exmujer ¡Prefiero que se lo lleve el banco antes que esa zorra!

Se bajaron en Goya.

Adiós,  Pedro. ¿Tú crees que nos veremos en la otra vida…?

No lo sé, pero por si acaso busca la luz Pablo, eso dicen…

Se dieron un abrazo y un  apretón de manos.

Esta vez Pedro no se quedó a verlo. Mientras se alejaba, oyó un murmullo que le pareció desgarrador. 

Él y sus amigos de quinta, habían cumplido 95 años.

Se bajó en Sol. Esperó en pie, no quiso sentarse. Cuando la boca del túnel escupió el primer vagón, se fijó en la luz del faro frontal, que cada vez se hacía más y más grande… hasta que todo oscureció.

 Marcuan.

In Memoriam de DIMITRI CHRISTOULAS. Farmacéutico griego arruinado, que se suicidó a las puertas del Parlamento heleno. Descanse en paz.