domingo, 6 de diciembre de 2020

EN MI SEPTUAGÉSIMO...

Maestro Don Antonio Machado: En espera de darle un abrazo en la eternidad, cuando mi destino lo decida, no le olvido al entrar en los umbrales de la senectud.  






 Mi infancia son recuerdos de un frío patio de colegio segoviano. Mi juventud, 20 años en tierras de Castilla la Vieja.

Mi historia, algunas cosas que recordar quiero y otras que no quiero.

¿Soy antiguo o soy romántico? No lo sé. Sí sé que soy bueno, en el buen sentido de la palabra.

Adoro la hermosura y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.

Y al final nada debo, ni me deben.

Cumplí bien en mi trabajo, con mi dinero pagué la ropa que me cubre, la casa que habito, el pan que me alimenta y la cama donde duermo.

Y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la moto que nunca ha de retornar, me subiré a ella ligero de equipaje, casi desnudo, como viajan los buenos y viejos jinetes del asfalto.


Marco. Copyright2020.


martes, 3 de noviembre de 2020

ROMANCE DE LA LLAVE MAESTRA

 Emilio Soler me pidió permiso para poder narrar, en una emisora de Murcia, mi relato: LA LLAVE MAESTRA en "román paladino". Un abrazo en el recuerdo, querido amigo.

Quizás una lectura oral sea un "ignómine" artefacto capaz de golpear con mucha más fuerza nuestras conciencias.

 Juzgad vosotros. 



- ¡Abre ya la puerta, 
que la gente está que trina!
¡Abre ya ese cerrojo, 
que se nos echan encima!

- Hago todo lo que puedo,
tengo que ir a por el mazo.
- Me da igual – clama el sargento
nervioso por el desahucio.
-¡Carguen! – ordena el mando,
mientras la masa les grita, 
escupiendo e insultando, 
indignada y resentida.

Temblando fui por el mazo, 
el más grande, ese que jamás
pensé que llegaría a usar.
Aquel ignómine artefacto
de solo un golpe, sin más,
venció la puerta hacia atrás 
permitiendo el paso franco.

Como un instinto animal,
la nuca se me erizó 
intuyendo el vendaval 
del gentío en su frustración.
Vano intento de abortar 
la inmunda resolución
que el perito judicial
es forzado a ejecutar; 
la ley no ofrece otra opción.

Contemplo con aflicción 
sin llegar a comprender.
Me lamento en el furgón,
‘quinto desahucio del mes’.
¡El estómago otra vez!
Me mata esta situación.

Al ver salir a los agentes
portando a hombros la cama,
y encima de ella la anciana, 
que se había atado muy fuerte 
con su rosario; en las caras 
se hizo mudez de repente
mientras la depositaban 
junto al camión de mudanza.

Se podía oler el miedo.
Se masticaba la rabia.

- ¡Peláez! – gritó el oficial
Dirigiéndose a un agente – 
¿Quién le ha mandado a usted usar 
el casco? –. Mirándolo fijamente, 
le espetó sin vacilar 
- ¡Quíteselo inmediatamente! -.
No hizo caso a su teniente.
No se quería mostrar 
delante de tanta gente
y que le vieran llorar.

Al marchar me fui a cruzar 
con refuerzos que venían 
a toda velocidad.
A otro día me decían
que, en medio de la autovía, 
sin poderlo remediar:
tres o cuatro policías
bajaron a vomitar.

Este trabajo era bueno: 
verle a la gente la cara, 
ver con qué agradecimiento 
se ponían tan contentos 
cuando les abría su casa, 
después de dejarse dentro 
las llaves allí olvidadas.

He tenido otra llamada.
Es mi jefe, otra dirección.
Conozco a la perfección 
dónde tengo que ir mañana.
Noche de vueltas en cama, 
me puede la situación.

Mi esposa Puri, serena 
me intenta tranquilizar, 
que hago bien con mi faena,
que tenemos que acabar 
de pagar nuestra hipoteca 
o nos pasará igual.

- Puri, mañana otra vez
a hacer otro desalojo -. 
- Venga, Enrique, duérmete, 
te hago una tila, y a ver 
si esta noche pegas ojo -.

 

No me he atrevido a contarle
que, a la gente que se echa,
vive en la calle Urribalde,
siete, quinto derecha. 
No me hace falta baluartes 
para entrar a la vivienda:
a Igor, su hermano de sangre, 
yo le instalé esa puerta.

- No es necesaria la fuerza.
Conozco al desahuciado 
y no va a crear problemas.
Déjeme que lo convenza -.
Le dije al oficial al mando
- Enrique, lleve cuidado.
Si opusiera resistencia…

- Es hermano de mi mujer;
no quiero que sufra más, 
no hay necesidad -.
- Si tú lo ves menester
y el secretario judicial 
lo ve a bien proceder…
¡Venga, no tardes más!
Hay nervios a flor de piel – 
dijo poniéndose en pié,
y fue al furgón a esperar.

― ¡Fuera de aquí, ladrones! ―
se oyó desde el interior.
- ¡Igor, soy Enrique! ¿Me oyes?
Abre, Carmen, por favor -.
De pronto la puerta se abrió, 
entré y dije tranquilamente 
- soy el cerrajero encargado 
de ayudar a los agentes… 
iros pacíficamente, 
es mejor para ambos lados.

Si no entrarán a la carga, 
será muy desagradable-.
- Lo que es desagradable 
es que tú tengas la cara 
de venir a presentarte, 
a decir que nos embargan – 
dijo Igor. Seguidamente 
me preguntó por su hermana.

 

- No metas a Puri en esto.
Todavía no lo sabe 
– contesté – Este zapatiesto, 
este embolado es vuestro; 
no echarle la culpa a nadie -.
Con su mirada y su gesto
casi llegó a fulminarme.

- Oye, paleto de mierda, 
no vengas con tanta labia.
Me metí en la rehipoteca, 
por ser la única manera 
de montar la inmobiliaria 
y, así mi hija pudiera 
tener clase y elegancia.

Y tú, ¿qué? 
¿Qué hiciste con tu hija, 
que la llevaste a estudiar 
Formación Profesional?
¿De qué sirve eso en la vida?
Eso no vale “paná”.

- Me bajo. Se acabó la discusión.
Da igual que cerréis la puerta.
Tengo la llave maestra.
- ¡Tú no te vas a ir, cabrón! -
gritó con todas sus fuerzas 
- ¡El que se va a ir soy yo! -
Y sin mediar más palabras 
por la ventana saltó.

Historia original de MARCUAN
“Las Columnas de Heracles”.

Adaptación poética a cargo de Emilio Soler.
11 de diciembre de 2012. Copyright.

 


lunes, 2 de noviembre de 2020

LLAVE MAESTRA

 Muchas de nuestras leyes están obsoletas y nuestros legisladores no atreven o pueden cambiarlas. Habrá que hacerlo, si queremos seguir en la Unión Europea, como ha ocurrido con la Ley Hipotecaria.

Hace tiempo quité de mi blog este relato, por considerarlo cruel y doloroso. Pero veo que se repite una y otra vez... hasta generar una serie de televisión tan impresionante como "Antidisturbios". 

Que no nos toque...



 

Aquel desahucio no podía ir peor.

―¡Acabe de una vez, coño, o va a haber muertos! ―gritaba a mi lado, de espaldas, el oficial de policía.

―¿Pero no ve que esta puerta tiene un sistema de equipamiento antirrobo CR2 alemán? ―contesté.

―¡Como si es chino, cojones, abre la puerta de una puta vez o esta gente acaba con nosotros!―. ¡Cárguen!  ―ordenó  a sus hombres.

Rodeado de gente, entre insultos, empujones y escupitajos; me acerqué a la furgoneta y agarré una maza de diez kilos: jamás la había tenido que utilizar.

Aquel ariete inmisericorde no abrió la puerta, la echó abajo.

Volví a mi vehículo y me senté al volante, desde donde pude verlo todo. El secretario judicial, que había entrado con cuatro agentes, tardaba en salir con los desalojados. Cuando los policías aparecieron sacando a hombros la cama, con la anciana encima y su mano izquierda atada con un rosario al cabecero, todo el mundo se quedó parado y en silencio, mientras la dejaban junto al camión de la mudanza. 

Se podía oler el miedo.

―¡Peláez  ―gritó a un agente ―¿quién le ha mandado a usted ponerse el casco?

―¡Quíteselo inmediatamente!―. No hizo caso: no quería que sus compañeros vieran que estaba llorando.

Igual que lo percibe un animal de la selva, intuí el maremoto que se acercaba con una fuerza imparable, salvaje.

Arranqué a tiempo y me crucé por la carretera con los refuerzos que llegaban a toda velocidad. A la vuelta tuvieron que parar en la cuneta, para que tres o cuatro policías vomitaran.

Este trabajo me está matando.  Hace unos pocos años me encantaba. Qué felicidad ver a mis clientes, tan contentos, al abrir la puerta de su casa por haberse dejado las llaves dentro.

Esta tarde, el jefe de mi empresa me ha vuelto a llamar para darme la dirección de otro desahucio. Y que no me olvide de la maza. Me espera otra noche de insomnio. Mi esposa me quiere tranquilizar diciéndome que no me preocupe, que hago bien, porque nosotros tenemos que acabar de  pagar la hipoteca o nos ocurrirá lo mismo.

―Puri, me acaban de llamar, mañana tengo que ir a otro desalojo.

 ―Venga Enrique, no te preocupes, te prepararé una tila fuerte antes de que te vayas a dormir.

No me he atrevido a decirle que mañana estoy citado a las diez, en la calle Urribalde número 7, piso 5º derecha. Esta vez no será necesario que lleve la maza o cualquier otra herramienta, porque la puerta de esa vivienda la instalé yo: es la casa de su hermano pequeño, Igor.

―No es necesario que actúe la fuerza. Conozco al desahuciado y no habrá problemas. Déjeme subir sólo y le convenceré, se lo prometo ―dije al oficial.

―¿Estás seguro, Enrique? Mi información es que será hostil al desalojo ―respondió.

―Es el hermano de mi mujer; no quiero que sufran más sin necesidad.

―¡Allá tú! Si el secretario judicial no se opone, por mi no hay inconveniente. Pero que sea rápido, que el personal está muy nervioso ―dijo― retirándose al furgón  policial.

Mientras subía en el ascensor pensé que nunca me había llevado bien con la familia de mi mujer. Eran muy envidiosos. Cuando nos compramos un coche nuevo, ellos se compraron otro mucho más caro, al día siguiente. 

Toqué el timbre.

―¡Fuera de aquí, hijos de puta! ¡ladrones! ―gritaron desde el interior.

―¡Igor!¡Carmen! Soy Enrique. Abrid, por favor. Tengo que hablar con vosotros ―contesté frente a la mirilla. Dejaron entornada la puerta y  entré.

―Soy el cerrajero encargado de acompañar a los guardias… es mejor que os vayáis pacíficamente ―dije― de lo contrario lo harán a la fuerza y es muy desagradable.

―Lo que es desagradable es que tengas la cara de venir a decírnoslo tú ¿pero quién te has creído que eres? ―dijo Igor― ¿dónde está mi hermana?

―No metas a Puri en esto, Igor, no le he dicho nada todavía ―contesté― en este lío os habéis metido vosotros solos.

La mirada de mi cuñado me fulminó.

―¡Oye, paleto de mierda, no me vengas dando lecciones! Rehipotequé mi piso para montarle una inmobiliaria a mi hija ¿y qué? No como hiciste tú con la tuya, que la llevaste a estudiar Formación Profesional ¡Formación Profesional! Si eso es para idiotas.

―Me bajo. No tengo más que deciros. ¡Ah! Se me olvidaba, no es necesario que cerréis la puerta. Tengo su llave maestra.



―¡Tú no te vas a ninguna parte, cabrón! ―gritó con todas sus fuerzas Igor― ¡El que se va soy yo! ―. Y, dando un brinco, saltó por la ventana al vacío.

 

Marco: 15/11/2012. Copyright.


viernes, 28 de agosto de 2020

TRES BILLONES

 Nuestra vida es nuestra mejor novela, no hay otra igual.




Juan Velasco chupó la punta del grueso lápiz de carpintero, como hacía de niño, y siguió escribiendo la novela de su vida, sentado en un viejo pupitre de madera.

― ¿Te queda mucho para terminar? ―Le preguntó la enjuta mujer que tenía enfrente.

― Solo un poco ―Respondió Juan sin levantar la cabeza del cuaderno.

― Pues date prisa, se acaba el plazo de entrega ―dijo la mujer.

Era el día de su onomástica: cumplía 100 años. Levantó la vista para mirar la pila de cuadernos que tenía sobre la mesa, y sonrió satisfecho.

Al fin había cumplido su sueño: alguien aceptaba leer su biografía, que, bien pensado, era la mejor novela que había escrito jamás.

Le hubiera gustado ser escritor, siempre sacaba sobresalientes en redacción en el colegio. El fallo fue no estudiar periodismo. Pero claro, en aquellos tiempos no había posibilidad de que sus padres le costearan la carrera en Madrid.

― ¿Cuánto tiempo me queda? ―preguntó agobiado a aquella figura inmóvil que tenía delante, observándolo.



― Lo que marca el reloj de arena.

Juan miró la ampolla superior, fijándose en la cascada de granos de roca machacada. Le recordó al granito del acueducto romano, que tenía que atravesar todos los días par, a ir a estudiar a un colegio religioso en lo alto de la ciudad.



― Cuarzo, feldespato y mica… Fin.

― Se acabó el tiempo, entrégame la novela de tu vida ―dijo La Parca ―tiene un bonito número: tres billones. 

Y blandió hábilmente su guadaña.




Y Juan Velasco expiró.

 

Marco.27/08/2020. Copyright.

 

 

 

jueves, 20 de agosto de 2020

III.- ¡¡¡ARRANCA !!!



Termina el viaje del "último canto del cisne"... queridos amigos; espero os guste su final.

 

Puerta de Brandeburgo. Alemania. Foto Marcuan.

El verano se abría paso en la antigua Galia, poco a poco,  con puños de algodón, arrinconando a la  primavera agonizante.  Pero Martín y Guifré sabían que un coletazo del frío norteño podía suponer hielo escondido en la umbría de las curvas.

Y eso es mortal para un motorista.

― Cuando subimos en la moto somos hombres de cristal, Guifré ―dijo a su amigo, mientras echaba gasolina. ―Y estamos rodeados de guillotinas: los guardarraíles*; dispuestos a decapitarnos como a Maria Antonieta. Nunca lo olvido encima de mi sillín. Voy mirando trescientos metros por delante…

Pararon en el centro de la villa francesa de Valence.

― Hora de buscar alojamiento para dormir, Monsieur Rodamons i Subirats...

Moriscos musulmanes, sarracenos islamistas… parecía que en aquel barrio gabacho estaba acampado todo el antiguo Imperio Otomano. 

Valence. Francia.
El imán de la mezquita llamó a la quinta oración del día.

Acabaron acoplándose en una habitación del Hotel Ryad, encadenando sus monturas en un aparcamiento, muy parecido a una mazmorra.






Al día siguiente entraron en Berlín con la misma furia que el Séptimo de Caballería, hasta darse de bruces con  la Puerta de Brandeburgo. Pararon en el monumento funerario en recuerdo al holocausto judío… y odiaron de corazón a la madre de todas las guerras.


Durante cinco días disfrutaron de un buen  clima y de la hospitalidad de la familia sajona de Martín, aprovechando para comer y beber las mejores cervezas y salchichas en la ciudad de Wernigerode, famosa por las brujas de Harz.
 






― ¡Mira Martín, me he echado una novia!



Guifré y su novia sajona.

― ¡Qué bien Guifré! Te puedes ahorrar el viaje de vuelta subiéndote en su escoba ―contestó Martín, riendo ―y allí la enseñas a bailar sardanas y a comer calsots.

Wernigerode. Región de Harz.

Llegó el momento de regresar y de las despedidas.


 Tchüsss** hija, buena suerte en el parto. Adiós nibelungo, cuida de mi nieto. Me gusta el nombre elegido: Rodrik, germano, significa “guerrero famoso”. Se escribe Rodrigo en español, aunque nuestro Cid Campeador firmaba Roderico. Espero que sea un gran hispanosajón.


― Os hago una foto de recuerdo ―dijo la hija de Martín.

Guifré y Martín.

Ambos jinetes del asfalto se dieron la mano, deseándose buena ruta de vuelta y partieron.


De repente, un fuerte aguacero empezó a caer sobre sus cabezas, cuando atravesaban la vieja frontera del Telón de Acero. La Germania que no pudo conquistar Marco Aurelio, los despedía llorando a raudales.

― Como si cae el Diluvio Universal. ¡¡¡Adelante!!! ―gritó Martín dentro de su casco, haciéndole señas de continuar a Guifré.

La tormenta los embebió hasta los tuétanos, perfumándolos con su fuerte olor a ozono. 

Era mediodía cuando llegaron a la ciudad francesa de Lyon. Martín levantó la mano y pararon al amparo del cobijo de una frondosa arboleda, junto al inmenso río Ródano. Hacía calor y se refrescaron con el agua de sus cantimploras. Comían galletas cuando apareció, como un hada del bosque, una hermosa joven.

Lyon. Francia. Río Ródano.

  ―¿Doni te beni dashuri?*** ―dijo la hurí.

― No senyoreta, moltes gràcies, estem fent un llarg viatge**** ―contestó Guifré.

― ¿Me quieres decir lo que está diciendo este pedazo de bombón? ¡No me digas que entiende el catalán!

― El albanés es primo hermano del catalán, Martín. Hace quinientos años medio mundo hablaba la lengua de vuestro Imperio, pero ahora los que sólo habláis castellano no os enteráis de nada, nen   ―dijo con sorna Guifré ―. Dice que si queremos follar nos hace un buen precio. Amablemente le he dicho que no.

― Bien dicho Guifré, unos nobles y donosos caballeros españoles como nosotros, no necesitan pagar por los favores de las damas: las conquistamos.

― ¿Conquistar? ―dijo Guifré entre carcajadas. ―Te recuerdo que es tu "último canto de cisne" ¡Vell carcamal!*****

De repente pasó un coche  a toda velocidad junto a ellos, con las ventanillas abiertas. Hombres de cara patibularia los miraron desde el interior.


― ¡Turistët!****** ―. Les gritaron con desprecio.

―Vámonos de aquí, Guifré, no me gusta el paño.


Los dos amigos se pusieron cascos y guantes. Subieron a sus monturas y arrancaron sus motores.


Mientras, despacio y moviéndose en silencio como los escorpiones, una gran furgoneta blanca se acercaba a sus espaldas. Paró. De ella bajó sigilosamente un comando formado por seis hombres, que iniciaron un movimiento militar envolvente.

Guifré, al mirar por su espejo retrovisor, se percató del inminente ataque.


― ¡¡¡Arranca!!! ¡¡¡Arrancaaaaaaaaaaa Martín!!! ―gritó con todas sus fuerzas.

A Martín no le dio tiempo. Tres hombres frente a él, armados con bates de béisbol metálicos, le bloqueaban la salida.


Guifré, detrás de Martín, metió la primera velocidad y aceleró al máximo su moto, apretando la maneta del embrague. La rueda trasera empezó a girar violentamente provocando una humareda blanca de neumático quemado... y soltó de golpe el embrague.


¡¡¡Robádmela si podeu, fills de puta!!!


Aquel monstruo de acero y fuego se irguió como un caballo desbocado, rugiendo y lanzándose contra los atacantes. Embistió a uno de ellos contra el grueso tronco de un álamo negro. El pobre desgraciado estuvo dando espantosos alaridos durante tres minutos... hasta que su destrozada femoral dejó de manar como una fuente.


― ¡¡¡Rápido, sube detrás Guifré!!! 


Guifré saltó sobre el sillín trasero de la moto de Martín, consiguiendo subir. Pero un motorista parado, sentado y agarrado al manillar,  es una presa fácil. 


El brutal golpe con el bate metálico le hundió el pecho a Martín y le fracturó el brazo izquierdo, descabalgándolo. Boqueaba en el suelo al faltarle aire en los pulmones,  mientras escupía cuajarones de sangre. 


Aún pudo ver cómo Guifré asfixiaba con el abrazo del oso a otro de ellos, antes de que los cuatro restantes le rodearan y uno le clavara su cimitarra en el costado.

Martín se levantó a rastras y cogió la daga que había perdido el muerto aplastado, lanzándose por la espalda contra sus enemigos.


― ¡¡¡Asesinos, dejad a mi amigo!!! ― aulló.  


Los últimos ojos negros que vio Martín en la cara de un hombre, expresaban asombro y estupor, al verse degollado por el veloz tajo que le dio en la garganta.


Un segundo bastonazo le partió la espalda y Martín cayó de bruces junto a Guifré que, agonizante, le tendía su mano. Se la aferró con las escasas fuerzas que aún le quedaban.


Las sangres de Guifré y Martín se mezclaron poco a poco en un gran charco, sobre el negruzco y sucio asfalto.


El jefe jenízaro arrancó el casco a Martín después de quitarle la correa del cuello…


― ¡Ti do të vdesësh, qen kristian!*******  ―le gritó su verdugo, escupiéndolo en la cara.


Martín vio centellear en lo alto, entre la frondosidad verde esmeralda de los árboles, la hoja sarracena; un instante antes de que bajara como una guillotina sobre su cabeza… luego, como en un sueño, se vio rodeado de grandes peces de colores que abrían sus fauces y enseñaban sus dientes como puntas de navajas oxidadas.



Olía a tierra húmeda, a muerte y a sangre fresca.


El cliente de una puta que, testigo de aquella carnicería, no pudo llegar al orgasmo, llamó a la policía.

Cuando llegaron los gendarmes: Martín Cabrejas González; Guifré Rodamons i Subirats y sus monturas, habían desaparecido como por arte de magia. 


No quedaba ni rastro de ellos, como si todo se lo hubieran tragado las aguas...



 




Antes de marcharse, un policía miró hacia el Ródano, y entonces le pareció ver saltar a dos grandes peces nadando vigorosamente río arriba,  cubiertos por escamas que refulgían como las chispas ardientes de una fragua.


 Uno era de color naranja y el otro, negro y azul…


Marco. 19/Agosto/2020. Copyright.

* Ver "Guadañas de cuneta" en este Blog.


**Alemán. Adiós cariñoso.


***Albanés. ¿Queréis hacer el amor?


****Catalán. No, señorita, muchas gracias. Estamos haciendo un largo viaje.


*****Catalán. ¡Viejo carcamal!


******Albanés. ¡Turistas!


*******Albanés. ¡Vas a morir, perro cristiano!


P.D.
 
Sí, fue mi "último canto del cisne" en una moto. Y gracias a la noble compañía de "Guifré" pude hacer realidad mi sueño y quizás salvar la vida, porque con su grito pactado en caso de peligro: ¡¡¡Arranca!!! ambos salimos a todo gas de aquel brete. 

Fue un hecho real... con otro final más feliz. 

Que sirva a mis hermanos moteros de advertencia: hay que parar en sitios seguros. Aquel bosque precioso y mágico, junto al espectacular y caudaloso río Ródano, pudo convertirse en una trampa mortal.

A continuación os presento la ruta real que seguimos encima de nuestros fantásticos caballos de acero, sin sufrir ningún percance mecánico, durante más de 4.000 kilómetros. 

Muchas gracias; moltes gràcies; danke dir; merci beaucoup; thank you, por vuestra atención, amigos.  

Tarragona-Barcelona-Gerona-Figueras-Le Pertús (Francia)-Perpignan-Narbonne-Montpellier-Valence-Lyon-Dole-Bôrg-Besancon-Friburg (Deustschland)-Frankfurt-Kassel-Götingen-Gosler-Heimburg-Langenstein-Halberstad-Gröningen-Magdeburg-Postdam-BERLÍN... Y vuelta.



lunes, 27 de enero de 2020

II.- ¡¡¡ARRANCA !!!

Continúa la aventura...


Juan Bravo. Foto Marcuan Copyrigth


Guifré lo esperaba en un recodo de la carretera sentado en su enorme Kawasaki de color naranja, en lo alto de la Cordillera Costero Catalana…

Martín llegó hasta él y paró su moto.

― ¡Salut y República! ―Tronó como un oso Guifré, dejando mudas a las chicharras.

― ¡Santiago y cierra España! ―Contestó Martín risueño.

― ¡Ah segovianos, castellanos viejos! ―dijo Guifré ―¡No cambiáis nunca!.

―Sólo con la espada y aún así a veces se pierde la cabeza, como le pasó a Juan Bravo. ¿Sabes que ya ni siquiera en Segovia le hacen un homenaje el 23 de Abril, cuando la derrota comunera de Villalar en 1.521?  ―contestó Martín.

―¡No me extraña, ese día es la fiesta de San Jordi, patrón de Cataluña. Pronto lo celebraréis regalando un libro y una rosa a las dones!


―Ni harto del mejor vino de la Ribera del Duero, Guifré, ese tío era un turco de la Capadocia ―dijo Martín riendo.

Ambos amigos callaron, se miraron sonrientes y se dieron un fuerte abrazo, mientras sus monturas metálicas, bruñidas, refulgían como ascuas al sol del mediodía.




Las chicharras volvieron a cantar y la brisa del cercano Mar Mediterráneo embriagó a Martín haciéndole recordar que, a los siete años, fue la primera mar que vio en su vida.

― Venga Martín, vamos a mi casa. Vendrás cansado y muerto de hambre.

Serpentearon por las suaves curvas de la sierra hasta llegar a la antigua Tarraco.

Comieron una paella marinera en el jardín del chalet de Guifré.

―Deja de chuparte los dedos, segoviano, que no todo va a ser comer cochinillo, y cuéntame tus planes ―dijo el catalán, mientras remataba la comida con un humeante y negro café.

― ¿Eres valiente Guifré? ―dijo Martín.

― Tengo un antepasado almogávar que se fue, en las Cruzadas, a conquistar Jerusalén con Roger de Flor, nen. ―Contestó Guifré con sorna ―se llamaba Joan Sinmiedo.

― Pues uno mío, Rodrigo de Escobedo, acompañó como Notario a Cristóbal Colón cuando desembarcó en La Española…

― Venga, déjate de cuchufletas y dime a dónde quieres viajar en moto ―dijo Guifré intrigado.

― ¡A Berlín! A visitar a mi hija encinta y a su marido nibelungo. Mi último "canto del cisne" Guifré, estoy cerca de los setenta tacos y es hora de dejar de tentar a la suerte. Llevo conduciendo motos desde los doce, macho.

Guifré Rodamons i Subirats era un hombre cincuentón, soltero empedernido, obeso y velludo como el Goliat de los tebeos del Capitán Trueno. Extraordinario atleta gimnasta en su juventud, las traiciones de la vida le pasaron factura, pero no pudieron doblegar su noble alma.

Se conocieron por un portal de Internet especializado en su pasión: las motos.

Cuando Martín se jubiló, sufrió un caos emocional, convirtiéndose en un motero errante y desnortado. Guifré lo acogió en su casa. Allí descubrieron que sus ancianos padres eran supervivientes de la “Quinta del Chupete”, niños de apenas diecisiete años que sustituían a los miles de caídos en la Batalla del Ebro* durante la Guerra Civil Española de 1936.

Al padre de Martín le tocó el bando de los Nacionales y al de Guifré, el de los Republicanos; por el sólo hecho de nacer uno en Burgos y el otro en Barcelona. Lucharon frente a frente, sin conocerse, en primera línea de combate, enterrados como cucarachas en las gélidas trincheras de Teruel.

Guifré y Martín se hermanaron, comprendiendo el milagro de su existencia: un regalo del azar. Ambos odiaban la guerra.

― Este es el viaje que te propongo, Guifré ―dijo Martín poniéndose serio ―largo y peligroso.



Marcuan. Copyright.

España: Tarragona-Barcelona-Gerona-Figueras.

Francia: Le Pertús-Perpignan-Narbonne-Montpellier-Aurenge-Valence-Albon-Chanas-Reventin Vaugris-Givors-Lyon-Pont d’Ain-Bôrg-Dole-Besanson-Mülhausen.

Alemania: Friburg-Walldorf-Viernheim-Darmstat-Frankfurt-Niederaula-Kassel-Göttingen-Seesen-Goslar-Wernigerode-Heimburg-Langenstein-Halberstad-Gröningen-Magdeburg-Postdam-Berlín.

¡Collons! Espera un momento Martín, voy a por la calculadora.

― Ya estamos ¡Cómo sois los catalanes con el dinero!

― La pela és la pela, amigo mío. La vida és bona, si la bossa sona.

Al amanecer dos jinetes del asfalto rasgaban el silencio del alba zigzagueando por  curvas serranas, cabalgando en sus caballos de acero, ávidos de abandonar España por la antigua frontera francesa. 

Al igual que antes hicieron Aníbal y sus elefantes; romanos; godos; Rolando, el sobrino del emperador Carlomagno; sarracenos; almogávares; sefarditas; los derrotados ejércitos de Napoleón; el vencido ejército republicano... entrando en el azar de una aventura a todo gas.

(Continuará)

Marcuan. Copyright 27/01/2020.

*Leer novela Línea de fuego, de Arturo Pérez-Reverte.