lunes, 18 de marzo de 2024

CAROLUS REX III DE ALBIÓN

Continúa la aventura vital de nuestro personaje de ficción. Con el deseo de que os arranque una sonrisa caritativa, al menos.




Todas las televisiones estaban dando una noticia mundial: “Carlos, Rey de Inglaterra, padece cáncer, descubierto después de una operación benigna de próstata”

─ ¡Atiza, macho! Con lo que te ha costado esperar para ponerte varios kilos de diamantes en tu testuz ─dijo Pedro al verlo. ─ ¡Bienvenido al club, majestad, jajaja!

Apagó la televisión mientras una sonrisa amarga cruzó por su cara. Era su primer día de revisión después de pasar por un duro proceso: Detección de los adenocarcinomas mediante tracto prostático, resonancia magnética, biopsia de fusión y criocirugía focal…

─ Carlitos Rex: “Cada perro se lame su pijo” como dice el refranero castellano.  Toca preocuparnos ahora cada uno del nuestro, seas rex o chusma...

Subió al tren de cercanías para ir a la clínica urológica de  Madrid, se sentó junto a la ventanilla del tren y pensó en lo que había hecho en su vida ¿Quién habría sospechado que iba a salir tan bien? Pedro había leído mucho y muy variado, y recordó una arcaica sentencia zen:

“Siéntate en silencio y espera. Deja que las cosas ocurran por sí mismas y sé consciente de cuándo actuar y cuándo dejarlo estar”

─ Sentado y en silencio ya voy; y dentro de poco seré consciente de lo que debo hacer o no hacer ─ se dijo a sí mismo en un suave murmullo que hacía inaudible el traqueteo del vagón.

Ya en el metro sólo deseaba salir de esa ratonera cuanto antes, e indemne. Su hijo mayor,  usuario diario de ese transporte, le había advertido: “ Pedro, ya no es como en tus tiempos, ni se te ocurra mirar fijamente a nadie y menos aún a chicas ligeras de ropa. Vas por una línea peligrosa, ponte estos auriculares aunque no estén conectados y mira los anuncios de la pared con cara de bobo”.

─ Buenos días Paula, tengo consulta con el cirujano a las once, pero acostumbro a llegar un poco antes. Voy a seguir leyendo mientras espero. Como me quedo absorto cuando leo… ¿serías tan amable de avisarme cuando llegue mi turno?

 ─ Buenos días ¡Claro que sí Pedro! ¿Y qué es lo que estás leyendo que te absorbe tanto, si puede saberse? ─ contestó la recepcionista regalándole la mejor de sus sonrisas.

La mujer desnuda: un estudio del cuerpo femenino, de Desmond Morris.

Cuando Pedro acabó de decirlo en voz alta, en la sala de espera de la clínica de urología, en pleno barrio de Salamanca de Madrid, llena de ancianos conservadores acompañados por sus mujeres; un silencio sepulcral estalló como una granada de mano. Hasta se podía oír.

Pedro sintió la misma sensación que tendría un judeoconverso ante la mirada de Torquemada, el Inquisidor: terror.

─ Bueno no es lo que te piensas, es un estudio antropológico de… la mujer… ─Balbució.

─ ¡Don Gallardo Jacobo Álvarez de los Castillos y señora, acompáñenme por favor! ─anunció Paula.

La comitiva pasó a su lado como si Pedro fuera una estatua de humo.

Pedro pensó otra vez en zen, se sentó y esperó, y lo dejó estar.

Los antropólogos defienden la tesis de que a la evolución le importa poco un individuo una vez éste se haya reproducido, es decir: cuando ya ha transmitido el tesoro de su ADN a otro ser humano de la misma especie, se convierte en prescindible.

─ Me lo tienes que prestar ─ le susurró Paula bajito al volver de la consulta.

─ Cuenta con ello, pero quizás te interese más El hombre desnudo, del mismo autor, donde expone que sólo hay tres formas de penes en los Homo Sapiens machos…




Dos matrimonios se levantaron y se alejaron de Pedro al otro extremo de la sala de espera, serios y con la mandíbula inferior altiva, mientras Paula hacía grandes esfuerzos para no soltar una carcajada.

Cuando le tocó su turno y abrió la puerta de la consulta Pedro se asustó. Primero, porque un hombre de casi dos metros con bata blanca y con una cabeza en forma de pera, siempre impresiona y después por pura intuición, al ver su mirada.

 ─ ¿Por qué noticia empiezo Pedro ─preguntó el médico ─ por la buena o por la mala?

─ Por donde quiera, pero dígamelas rápido, doctor.

─ Tenemos que volver a operar Pedro, tu cáncer se ha recidivado. Lo superarás, aunque quedarás impotente e incontinente y tendrás que usar pañales.

─ ¿Sabe usted si en los conventos de los frailes cartujos hay farmacia? Bueno, se podrán pedir por Internet supongo, los pañales, digo, porque voy a reservar una celda en el de Xeréz de la Frontera…

El urólogo se echó a reír.

─ No es para tanto, hombre, las ciencias avanzan que es una barbaridad, como cantaban nuestro abuelos en las zarzuelas. Te vamos a aplicar las mismas técnicas que al Rey de Inglaterra: os operará Da Vinci.

─ ¿Un descendiente del genio renacentista?

─ No, es un robot de última generación que vale millones y aquí disponemos de uno. Hable con Paula para las pruebas del preoperatorio. Hasta pronto. Cuídese.

Pedro salió cabizbajo y se acercó a la mesa de recepción.

─ Toma Paula, te regalo el libro, se me han quitado las ganas de leer sobre los penes de los Sapiens y de la madre que los parió.

 

MARCUAN. 18/3/2024. Copyright

(CONTINUARÁ)