viernes, 28 de agosto de 2020

TRES BILLONES

 Nuestra vida es nuestra mejor novela, no hay otra igual.




Juan Velasco chupó la punta del grueso lápiz de carpintero, como hacía de niño, y siguió escribiendo la novela de su vida, sentado en un viejo pupitre de madera.

― ¿Te queda mucho para terminar? ―Le preguntó la enjuta mujer que tenía enfrente.

― Solo un poco ―Respondió Juan sin levantar la cabeza del cuaderno.

― Pues date prisa, se acaba el plazo de entrega ―dijo la mujer.

Era el día de su onomástica: cumplía 100 años. Levantó la vista para mirar la pila de cuadernos que tenía sobre la mesa, y sonrió satisfecho.

Al fin había cumplido su sueño: alguien aceptaba leer su biografía, que, bien pensado, era la mejor novela que había escrito jamás.

Le hubiera gustado ser escritor, siempre sacaba sobresalientes en redacción en el colegio. El fallo fue no estudiar periodismo. Pero claro, en aquellos tiempos no había posibilidad de que sus padres le costearan la carrera en Madrid.

― ¿Cuánto tiempo me queda? ―preguntó agobiado a aquella figura inmóvil que tenía delante, observándolo.



― Lo que marca el reloj de arena.

Juan miró la ampolla superior, fijándose en la cascada de granos de roca machacada. Le recordó al granito del acueducto romano, que tenía que atravesar todos los días par, a ir a estudiar a un colegio religioso en lo alto de la ciudad.



― Cuarzo, feldespato y mica… Fin.

― Se acabó el tiempo, entrégame la novela de tu vida ―dijo La Parca ―tiene un bonito número: tres billones. 

Y blandió hábilmente su guadaña.




Y Juan Velasco expiró.

 

Marco.27/08/2020. Copyright.

 

 

 

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