jueves, 12 de abril de 2012

ACCIONES PREFERENTES.

Cuando a un director de banco un cliente le acusó de usura, tuvo la desfachatez de contestarle que los bancos viven de eso, de la usura. 

Presuntamente, cuando algunas Cajas de Ahorro tuvieron que fusionarse para crear un  banco, se encontraron que con sus préstamos fallidos se había evaporado el capital confiado por sus depositarios, muchos de ellos muy ancianos.
La justicia se pronunciará algún día si utilizaron artimañas para que, miles de ellos, firmaran el canje de sus ahorros por participaciones preferentes. Un producto financiero de difícil comprensión.
 

Los tres ancianos entraron andando lentamente en la estación de metro de la Avenida de América. Dos de ellos se sentaron en uno de los bancos de piedra. El otro se quedó de pie junto a la vía, apoyado en su muleta, esperando la llegada del convoy. Giró la cabeza hacia atrás y sonrió a sus dos amigos. Luego miró a la boca del túnel del otro extremo del andén.

 ¿Tú crees que será capaz de hacerlo? dijo en voz baja uno de los viejos sentados en el banco, de pelo y barba canos.

 No estoy seguro. Juan siempre ha sido un poco cobarde. Acuérdate de cuando dejó preñada a su novia estando en la mili. Se pasó un mes lloriqueando, hasta que decidió casarse contestó Pablo, frotando su cabeza calva.

 Tendría que haber sido el último, pero cuando echamos a suertes el muy pánfilo va y saca la carta más baja: ¡el as de bastos!

 Una premonición, jaja ¡Toda su vida ha estado recibiendo palos! Es el destino. Fíjate en mí  ¿por qué crees que saqué la sota de copas? dijo Pablo.

 ¡Porque has sido un putañero y un borracho toda tu vida! rió Pedro.

 Y tú sacaste el caballo de espadas porque te has pasado la vida cabalgando tías y motos… y ¡dando sablazos! Ja, ja, ja…

Apareció el primer vagón y antes de que parara, Juan se lanzó a las vías. 

Un terrible chirriar de frenos se mezcló con gritos de horror y olor a quemado. Cuando el tren paró, el maquinista accionó la alarma y salió de su cabina con la cara desencajada. Se abalanzó debajo del tren. 

Salió poco después muy pálido y se puso a vomitar.

Pedro y Pablo se levantaron con dificultad, ayudándose con sus bastones de caoba y se dirigieron a la línea cuatro, dirección Argüelles, subiéndose al primer metro que pasó.

 ¿Cuánto le habían estafado a Juan?preguntó Pedro.

 Ciento ochenta y cinco mil euros, todos sus ahorros; el muy estúpido siempre confió en el director de la sucursal de su Caja de Ahorros; ese lechuguino que le daba tanta coba. Firmó sin leer una sola letra del contrato de canje de su dinero por las participaciones preferentes,  emitidas por el banco nacido tras la fusión contestó Pablo.

 Pues tú, al firmar… sólo estarías mirando a las tetas de la apoderada, seguro respondió Pedro, socarrón.

Pues sí, bien pensado, era lo mejor de esa porquería de Caja. Aunque creo que ella no sabía que sólo podría sacar el dinero dentro de mil años. ¿Y tú, por qué firmaste? preguntó Pablo.

Para fastidiar a mi exmujer ¡Prefiero que se lo lleve el banco antes que esa zorra!

Se bajaron en Goya.

Adiós,  Pedro. ¿Tú crees que nos veremos en la otra vida…?

No lo sé, pero por si acaso busca la luz Pablo, eso dicen…

Se dieron un abrazo y un  apretón de manos.

Esta vez Pedro no se quedó a verlo. Mientras se alejaba, oyó un murmullo que le pareció desgarrador. 

Él y sus amigos de quinta, habían cumplido 95 años.

Se bajó en Sol. Esperó en pie, no quiso sentarse. Cuando la boca del túnel escupió el primer vagón, se fijó en la luz del faro frontal, que cada vez se hacía más y más grande… hasta que todo oscureció.

 Marcuan.

In Memoriam de DIMITRI CHRISTOULAS. Farmacéutico griego arruinado, que se suicidó a las puertas del Parlamento heleno. Descanse en paz.


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