Dedicado a un buen amigo del gimnasio...
Ninguno de ellos podía ver el
cóctel Molotov que llevaba escondido a su espalda…
De repente uno de los
policías tiró el escudo y la defensa al suelo, se quitó el casco y, sin
obedecer la orden de su teniente, corrió hasta colocarse frente a frente ante
Anastasio.
Armando miró a su antiguo amigo a los ojos y se estremeció: vio ganas de matar.
Anastasio echó su
mano atrás, con lentitud, sacando la botella incendiaria de su cintura y la
dejó en el suelo. Luego levantó sus puños en posición de combate. Armando se
quitó el cinturón con la pistola, lo lanzó lejos, adelantó su pierna
izquierda y se cubrió el rostro…
Los manifestantes y
los policías se quedaron atónitos: aquella escena les había cogido por sorpresa.
El silencio se podía cortar a hachazos.
Armando/Anastasio, o la
“Doble A”, habían nacido en el mismo
barrio; fueron al mismo colegio; al mismo gimnasio y tuvieron la misma
pandilla. Nadie se perdía sus combates de entrenamiento en el ring, parecidos a un espectáculo
de gladiadores.
Su entrenador les propuso hacerse profesionales de King-Boxing. Se lo estuvieron pensando hasta que en el Instituto apareció Esther de la Peña, una segoviana de cabello rubio y ensortijado, con unos ojos azules como el Océano Atlántico.
Anastasio acabó casándose con ella, mientras que Armando se quedó soltero.
Su entrenador les propuso hacerse profesionales de King-Boxing. Se lo estuvieron pensando hasta que en el Instituto apareció Esther de la Peña, una segoviana de cabello rubio y ensortijado, con unos ojos azules como el Océano Atlántico.
Anastasio acabó casándose con ella, mientras que Armando se quedó soltero.
El joven matrimonio
creó una firma de montajes eléctricos y llegó a tener 20 empleados. Compraron
un piso en la calle Serrano de Madrid, y en ocho años liquidaron 29 de los 30 años que habían
firmado por la hipoteca.
Anastasio abandonó las amistades del barrio, llegando a avergonzarse incluso de sus propios padres. Hasta que la construcción paró en seco, de la noche a la mañana: un tobogán a la ruina. Tras la desaparición de la empresa y el desahucio, Esther de la Peña tenía que dormir en la calle, entre cartones.
Anastasio abandonó las amistades del barrio, llegando a avergonzarse incluso de sus propios padres. Hasta que la construcción paró en seco, de la noche a la mañana: un tobogán a la ruina. Tras la desaparición de la empresa y el desahucio, Esther de la Peña tenía que dormir en la calle, entre cartones.
Armando había
preparado las oposiciones para la Policía Nacional teniendo que oír la rechifla diaria de
sus compañeros encofradores: cobraban 6.000 euros mensuales. Poco a poco, con
la ayuda de un amigo maestro, iba estudiando el temario. Aprobó a la primera.
―¡Te vas a morir de
hambre, funcionario! ―le dijo uno de su cuadrilla.
Abandonó la obra y vistió el uniforme azul. Le sentaba como un guante.
Abandonó la obra y vistió el uniforme azul. Le sentaba como un guante.
La primera patada
circular golpeó como una tralla en el muslo del policía, haciéndole caer de
rodillas, al mismo tiempo que levantaba los brazos en cruz para detener un
codazo mortal directo a su cabeza…
―¡¡¡Para ya o te mato!!! ―gritó a Anastasio.
Pero su antiguo amigo
no era un ser humano, se había convertido en un depredador.
Cuando Anastasio se
revolvió para lanzar otro ataque, Armando disparó su puño derecho. El impacto en
el plexo solar produjo un crujido estremecedor que rebotó en las paredes de la
plaza.
Un pelele yacía junto al bordillo de la acera, desmadejado y desnucado.
Un pelele yacía junto al bordillo de la acera, desmadejado y desnucado.
Enfrente, en la Cámara
del Congreso de los Diputados, hacía dos meses que una señoría castellonense, de
cabello lacio, había gritado mientras aplaudía el discurso de su líder de extrema derecha:
―¡Que se jodan!
Marcuan.02/10/2012.
Se te echaba de menos. Me encantan tus historias y que sigas ahí deleitando a tu público.
ResponderEliminarCambiando de tema, a partir del viernes 17 de este mes vuelve el boxeo al gimnasio, así que me gustaría seguir entrenando contigo, siempre que no te hayas vuelto una terrible máquina de matar karateka eh?
Por cierto, muchas gracias.
Un abrazo
Gracias a tí: "Doble A". Matar, amigo, sólo está permitido en legítima defensa o en un estado de necesidad... ojalá nunca me vea esas situaciones.
EliminarEntrenaremos.
Marcuan.
Buenísimo... Me siento identificado de una u otra manera... me tiré 5 años estudiando mientras mis amigos cobraban 3.000€, otros autónomos 6.000€, etc, etc...
ResponderEliminarEstimado Sergio:
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado este relato. Y sí; en sus tripas hay celos, envidias, rencores, odio, indignación...
No te pierdas el próximo: más dulce. ¡Ah! Y corre la voz, para que nos encontremos por aquí este curso, al menos una vez por semana, un puñado de buenos lectores de la vida.
Un abrazo, amigo.
Marcuan.