Debemos
ser conscientes de que con la palabra podemos arruinar nuestra propia vida o la de los
demás. Para siempre. Es como tirar una piedra: una vez lanzada, no puede volver
atrás.
Sí, nuestras emociones y sentimientos son muchas veces irracionales y hay que tener prudencia al manifestarlos.
Hoy
me han enseñado en la Escuela de Escritores que el autor de un relato y su narrador, son cosas distintas.
Pues aquí
os presento a la mía: una anónima narradora personaje secundario de un hecho
real, que ojalá no se repita jamás; ni en broma.
“¿Y
qué más da? Si sólo hay nueve votos y falta uno, se pone 10 y ya está… Las
leyes son como las mujeres, están para violarlas.”
J.M. Castelao.
Expresidente
del Consejo Gral. De la Ciudadanía Española en el Exterior.
No le hice caso y por eso,
esta mañana, he podido mirarme a la cara.
¿Quién espera oír esas palabras de un señor
tan mayor, tan católico y tan culto?
Tengo
su misma moral e ideología, pero no
puedo comprenderlo… Además ha tenido que dimitir del cargo, perdiendo un retiro cómodo y
bien remunerado.
Creo que lo ha traicionado el
subconsciente. Eso es lo que dice mi
amigo Carlos, el profesor de Historia.
—Neniña, que todavía algunos paisanos piensan en el fondo como
San Agustín de Hipona.
Yo creía conocer bien a este señor, ya que fuimos compañeros de escaño en el
Parlamento de la Junta de Galicia durante cuatro años y, poco a poco, me iba contando
su vida.
Recuerdo que me dijo que en 1955 su familia emigró a Argentina. Tenía entonces
14 años y empezó como niño de los recados. Medró, fue difícil, pero consiguió
aprobar la carrera de Derecho y, ya como
abogado, abrió su propio despacho, llegando a ejercer también de procurador y de
notario. Con el tiempo se convirtió en el representante de la diáspora gallega
en el Río de la Plata.
En 1998, el Ministro de Trabajo lo nombró
presidente del Consejo General De Emigración. Captó tantos votos para nuestro
partido en Argentina que, en 2005, lo metieron en la lista para el Parlamento
gallego. Y ganamos.
En cierta ocasión, me tocó subir a la tribuna de oradores a
defender un proyecto de ley en contra de la discriminación de la mujer. Hacía
tanto calor que me quité la chaqueta del traje y la até a mi cintura.
Mi compañero diputado Castelao, taladrándome con su mirada,
me dijo con voz untuosa:
—“…Fíjese,
con lo hermosa que va usted, eso no hace bonito. La chaqueta ahí no hace
bonito…”
Me pareció una actitud paternalista. En adelante
acabé por detestarlo: a él y a todos.
He decidido no presentarme a las próximas
elecciones, porque no soporto vivir rodeada
de tantos hipócritas.
No acabo de explicarme por qué, una y otra vez, seguimos
obteniendo mayoría absoluta… ¿O tendrá razón mi amigo Carliño?
“Por el buen orden de la familia humana,
unos han de ser gobernados por otros más sabios. Por tanto, la mujer, más débil
en vigor de alma y fuerza corporal, está sujeta por natura al hombre, en quien
la razón predomina.
Las
mujeres no deben ser educadas de ninguna
forma. Deberían ser segregadas, ya que son causa de insidiosas e involuntarias
erecciones en los santos varones… No alcanzo a ver qué utilidad puede tener la
mujer para el hombre, si se excluye la de concebir hijos.
SAN
AGUSTÍN DE HIPONA.
Marcuan:
17/10/2012.
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