Os recuerdo que ni este ni
todos mis anteriores relatos son historias reales, sino imaginarias.
Quizás lo que aquí se
cuenta haya pasado, pase o pueda pasar, pero ni los protagonistas ni sus
circunstancias son reales, y cualquier relación con las personas sería
accidental.
Al comenzar a escribir me fijé
el objetivo de informar o divertir a mis lectores. Conseguirlo, y lo espero, es
otro cantar… Que os divirtáis.
El alcalde recién elegido por una mayoría aplastante de habitantes de la Villa y Corte, viniéndose arriba ante los periodistas, como Dustin Hoffman en Pequeño Gran Hombre*, declaraba a voz en grito ante la prensa: “Es importante la discreción, pero las negociaciones van por buen camino… y podremos trasladar la Fórmula 1 a la ciudad de Madrid”
El reportero, más
entusiasmado que el propio entrevistado, se volvió a la cámara aferrado a su
micrófono como a un clavo ardiendo.
“El
evento de F1 de este sábado en el centro obligará a cortes de tráfico y
afecciones en EMT y aparcamientos, ante la esperada masiva afluencia de
público: unas 50.000 personas. Sergio “Checo” Pérez irá al volante de un Red
Bull RB7. En México, a todos los que se llaman Sergio, se les pone
automáticamente el apodo de “Checo” ─ explicaba al borde del
éxtasis el de Tele Madrid.
Pedro miró la agenda de su
teléfono portátil.
─ Está más vacía que la
fábrica de gaseosas La Casera ─se dijo. ─ Me voy a ir a verlo y así me distraeré.
Volvía camino de vuelta a
su casa, medio sordo, bajando por la
calle de La Montera para atravesar otra vez aquella Puerta del Sol, que más
parecía una puerta al infierno.
─¡Qué de millones de euros
y de decibelios tienen esos motores! Si le fallan los frenos al Checo revienta
la fuente de la Cibeles. Pero donde estén las motos… ¡Cuánto añoro a mi Princesa
Azul! ─dijo cabizbajo.
Al llegar al final
de la calle, se fijó en el escaparate de una tienda china: Sex Shop Kung Fu y
le llamó la atención un aparato con forma de gusano y color rosado que no había
visto en su vida. Le picó la curiosidad y entró.
─Buenas taldes señol ─lo saludó un chino, que a Pedro le
recordó un personaje del Loto Azul de Tintín ─¿Qué desea el señol?
─Pues hacerle una pregunta
¿Qué es eso que tiene en el escaparate y para qué sirve?
─Pasillo tles al fondo izquielda: tláigalo y lo explico, señol ─dijo
el comerciante oriental muy sonriente, haciendo aún más oblicuos sus párpados.
Cuando Pedro volvió con la
caja, el dueño de la tienda lo sacó con mucha delicadeza.
─Esto señol es un masajeadol de última genelación, un plodigio de la
ingenielía industlial, para evital plobemas con mujeles malas a hombres solitalios
como usted, señol… Usted mete miemblo vilil con este lublicante incluido, aplieta
este botón y elige modo succión, complesión y velocidad. Luego limpia con agua
nada más. El matelial de que está hecho se plobó en el espacio, señol, silicona
de galantía máxima.
Pedro dudó, pero se
encontraba en una situación sentimental desesperada y acabó comprándoselo.
Cuando llegó a su casa, encendió
unas velitas y una barra de incienso, se tumbó en su cama y pidió a su altavoz Alexa
que le pusiera música zen.
─Vamos a probarlo ─se dijo
a sí mismo con algo de aprensión.
Con su miembro erecto
incrustado hasta el fondo en la vagina artificial, apretó el botón y aquello empezó
a inflarse y desinflarse lentamente; volvió a apretarlo y el aparato empezó a
vibrar como una ametralladora de repetición Gatling. Entonces quiso pararlo
apretando otra vez el botón y aquel Alien
empezó a aspirar y soltar aire a toda máquina, como la locomotora de vapor de
Buster Keaton en la película: El maquinista de La General.** Asustado apretó desesperadamente otra
vez el interruptor… pero aquel motor no se paraba y cogía la velocidad del F1 de
Red Bull del Checo Pérez.
−¡¡¡Socorro!!! –gritó
Pedro aterrorizado, sin poder sacarse aquel cacharro infernal.
Corriendo por el pasillo con
aquella piraña traqueteando a toda pastilla colgada de su pene, llamó lleno
de pánico al teléfono de urgencias.
─¡¡¡Socorro, socorro; manden
una ambulancia urgentemente a la calle Cantarranas, 13 sexto A!!! ─gritó a todo pulmón
al sanitario que recibió la llamada.
─ ¿Qué le ocurre, señor? ─preguntó éste.
─ ¡¡¡Que tengo mi pene
dentro de un masajeador chino que no puedo parar!!!
─ Oiga es un delito hacer
bromas en este número, la llamada queda grabada...
─¡¡¡Socorro!!! ─chillaba a grito pelado Pedro.
─Señor, tranquilícese, y lea
las instrucciones.
−¡¡¡Venía sin
instrucciones!!! ¡¡¡Socorro!!!
Cuando Pedro abrió la
puerta al médico de urgencias, desnudo, y con aquel aparato rebotando como un
yoyó, el galeno primero se asombró y luego casi se cae al suelo de la risa.
−¡Llamen a los bomberos,
rápido! –ordenó el doctor a su compañero, ya serio –puede presentársenos un
cuadro de necropsia y amputación del pene.
−¡¡¡Ampu… qué!!! ¡¡¡Ay Dios
mío!!! ¡¡¡Socorroooooo!!! –suplicaba descompuesto Pedro.
Cuando llegó el bombero,
se quitó el deslumbrante casco y agarrando la cizalla descomunal que usan para cortar
la chapa de los automóviles accidentados, se acercó a Pedro y con voz serena trató de tranquilizarlo.
−Usted no se mueva, por
favor, yo le libraré, pero estese quieto como un muerto. Voy a meter estas
tijeras y cortaré la silicona lateralmente. ¡Sujétenlo de brazos y piernas con
fuerza!… ¡Zás!. –El bombero le palmeo la espalda. –Ya está hombre, ahora respire
hondo. Ya pasó.
Pedro miró de reojo su
entrepierna y le pareció ver a un fideo chino.
De madrugada, cuando los efectos
de los sedantes y antiinflamatorios se habían atenuado: se levantó de su cama, abrió su armario,
cogió el paquete del masajeador, se vistió y bajó a la calle.
Era noche cerrada y la
calle estaba tan desierta como las arenas del Rif, donde hizo la mili. Cogió
el rotulador rojo de trazo grueso que llevaba encima, y escribió con letras
mayúsculas sobre la caja: ALIENÍGENA ESPACIAL CHINO.
Y lo dejó delicadamente encima
del contenedor amarillo.
Marcuan. Copyraig.
21/7/2023
Ingenioso, jajajaja.
ResponderEliminarMuy buen drama tronchante.
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