jueves, 1 de agosto de 2024

HISTORIAS EN ARENAS CALIENTES IV: POLONESA DEL MAR AZUL

 

La salud es lo primero... Personajes ficticios, cualquier parecido con la realidad sería casual.





Curro y sus amigos se reunían todos los mediodías en la terraza del bar La Caleta, situada frente al mar donde se acaba Europa y empieza la desesperación. Ese día la mar estaba en calma, como una sartén rebosante de aceite antes de freír boquerones. Tomaban cervezas acompañadas de muchas tapas y muchas risas.

Una explosión de reflejos chispeaban en las aguas azules de la bahía, cuyo horizonte se daba de bruces con el malecón de la Habana: más allá de Las Columnas de Heracles.

─ ¿Sabéis el chiste del enano? ─preguntó Curro.

Lo sabían de sobra, porque lo había contado otras muchas veces, pero dijeron que no se acordaban y Curro lo volvió a contar entusiasmado. Cualquier motivo nimio era suficiente para reír, entrechocar las jarras y desearse salud.

De pronto, un músico callejero empezó a instalar su piano mecánico y su micrófono en la acera, frente a la atiborrada y variopinta fauna de clientes, que no hacían ni caso a sus canciones.

─ ¡Qué voz tan bonita tiene ese tío! ─observó Manolo.

─ ¡Qué va a tener! ─le contestó Sebastián ─. La tiene enlatada, no canta él. El Camarón de la Isla sí que cantaba. Hace mucho le saludé en Barcelona y el nota me mandó a liarle un porro en el baño del Molino Rojo del Paralelo. Me asusté cuando aporrearon la puerta y lo tiré al retrete. Todavía vivía Franco…

─ ¡Qué cobarde de la pradera eres Chano, tan bravo como el Sastrecillo Valiente*, que mató a siete de un golpe! ─dijo Juan.

─ No ─contestó Chano ─el Sastrecillo mataba moscas con la mano… yo las mato con el rabo.

 Todos rieron a carcajadas mientras volvían a chocar sus jarras con estrépito.

─ ¡Salut i força al canut** amigos! ─dijo Manolo mientras se levantaba y cruzaba la acera, para echar un puñado de calderilla en el cestillo del cantautor.

¡Dzieki, przyjcielu! ─dijo el pianista.

  Oye ¿podrías decírmelo en cristiano, quillo? ─contestó Manolo.

─ Te doy las gracias en polaco, amigo, y soy cristiano ─dijo el músico sonriendo.

─ ¡Oh, vaya, mira tú por donde!  Tengo un nieto hispanopolaco y me es imposible aprender su apellido. Tiene cuatro vocales y siete consonantes: Kwiatkowski. ¡Qué idioma más complicado!

─Sí lo es, llámame Pedro, es más fácil.

─ Yo me llamo Manuel, Manolo para los amigos. Encantado de conocerte y de oírte. Cantas muy bien. A mí me gusta escribir ─dijo Manolo estrechándole la mano. ─ Adiós y buena suerte.

Un día que Curro volvía por la noche a su casa, andando por el ancho paseo marítimo, se encontró al músico polaco acompañando a una joven y guapa mujer sentada en una silla de ruedas.

─ Hola amigo ─le saludó el músico ─. Te presento a mi mujer Fátima.

─ ¿Qué tal Fátima? Mucho gusto. ¿Qué te ha pasado? ─le preguntó Curro de forma despreocupada ─ ¿Te mareaste de oír cantar a tu compañero el bardo pesado éste?

Fátima rio con ganas, echando su hermoso cabello rizado hacia atrás, mientras dos hoyitos se dibujaban en su bello rostro. Luego, con voz vacilante contestó a Curro mirándole con sus grandes ojos, negros como los pozos de petróleo de su remoto país, que brotan como setas en un mar de arena ardiente y dorada.

─ No, es porque padezco una enfermedad degenerativa muy grave: Sarcopenia ─dijo sonriendo con amargura. ─ Me queda ya poco…─¿Te puedo pedir un favor?

─ Claro Fátima ¿Cómo no?... si está en mi mano conseguírtelo.

─ Seguro que sí. Pedro me dijo que estuvo hablando con uno de tus amigos, al que le gusta escribir. ¿Podrías pedirle que escribiera una canción para que el bardo, como le llamas, le ponga música polonesa?

─ Sí puedo. Mañana se lo pido a Manolo. ¿Vale?

Curro volvió a su casa conmovido: “La salud es lo primero, es la verdad, voy a dejar de fumar y de beber, me cagüen tos mis muertos” se dijo a sí mismo en voz alta.

A la semana siguiente, la repleta terraza del bar de La Caleta se quedó en silencio cuando el trovador polaco cantaba, una y otra vez, una preciosa canción en español:

 


El Mar Azul susurra a mis espaldas

Cuando monto mi piano frente al bar La Caleta.

 

Mientras el mal carcome a mi amor.

 

Un sol africano quema mis espaldas

Cuando comienzo a cantar.

 

Mientras el mal carcome a mi amor.

 

La gente bebe y ríe feliz con mi voz y mi música.

 

Mientras el mal carcome a mi amor.

 

Un anciano sonriente y vigoroso

Se levanta para echarme las monedas de nuestro sustento.

 

Mientras el mal carcome a mi amor.

 

El Mar Azul sigue susurrando a mis espaldas

Cuando me marcho para enfrentarme a nuestro destino.

 

Mientras el mal carcome a mi amor.

Mientras el mal carcome a mi amor.

Mientras el mal carcome a mi amor.

 

MARCUAN (Copyright): 01/08/2024.

 


*El sastrecillo valiente: Número 20 de los “Cuentos de la infancia y del hogar” de los hermanos Grimm.

** Salut i força al canut: Expresión catalana que no significa salud y fuerza sexual, como se cree generalmente, sino salud y fuerza económica, porque el “canut” era un cilindro donde los campesinos catalanes guardaban sus monedas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario