sábado, 11 de febrero de 2012

EL VENDEDOR DE MÁQUINAS DE COSER

Queridos lectores:

En momentos difíciles como los que vivimos, viene bien un poquito de humor. 


En este relato se busca la naturalidad en la escritura, relacionándolo con una profesión. Elegí ésta, casi extinguida ya, conectándola con un caso ocurrido en un piso de Torrejón de Ardoz (Madrid), al que tuvieron que subir los municipales por la denuncia de una vecina, ya que la pareja hispana del piso de al lado,  hacía el amor con demasiada pasión. 


Creían que el marido estaba matando a su mujer.


Ella declaró en comisaría que los gritos eran... de amor. 


Que os divirtáis.





Señoría: Soy inocente. Créame,  porque voy a contarle todo lo que ocurrió con pelos y señales.

Mi abogado de oficio me ha pedido no estar presente.  Tiene la risa floja, empieza y no para, así que teme no poder contenerse y que crea usted que le falta al respeto. Yo, como voy de buena fe y no tengo nada que ocultar, he aceptado que no venga.

¿Puedo empezar ya?

Mi padre me dejó una tienda de máquinas de coser. Bueno, el negocio tuvo altibajos, como todos, pero ahora que hay crisis la gente apaña otra vez sus ropas. A mí me llaman y voy a las casas a hacer demostraciones.

Ese día fui a la calle del Pez, nº 13, 2º A. ¡En qué hora! Oiga usted ¡Que me va a costar la ruina!  La señora que me recibió era una chica  cubana. Y es que con los años de bonanza hubo muchos españoles maduros que se fueron a buscar mujeres jóvenes y guapas a Cuba. Ésta lo era de verdad ¡qué cuerpazo, Señoría!


Me dijo que si la Singer que le ofrecía a buen precio podría coser una falda para que le hiciera juego con su lencería fina. Señoría, usted perdone, pero todo tiene un límite; ver la falda puesta y enseñarme su lencería, que eso no era lencería ni era nada: un tanga hecho con hilo dental, Señoría. 

Nos fuimos a la cama. Puso el despertador para que sonara una hora antes de que viniera su marido; tapó la lamparita de noche con un velo rojo; puso música caribeña… una gozada oiga. Y en esas estamos, la jinetera cabalgando a todo galope y, de repente,  ¡se abre la puerta del dormitorio y entra su marido!

El hombre era asmático y tal como está el aire de Madrid estos días de calor,  pues tenía que llevar una mascarilla con unos tubos de plástico unidos al aparato respirador.  Entonces, la cubana pegó un grito y se cayó de la cama dándose un golpe tremendo en la cabeza. Al caerse se agarró a la lámpara de la mesilla, haciendo saltar los plomos con un chispazo y un estrépito tremendos. Al pobre hombre, del disgusto, le faltó aire y empezó a ahogarse.

Señoría, para que vea que soy inocente y encima me merezco una medalla al buen ciudadano: me quedé a socorrerles. Hice la mili en la Cruz Roja y conozco los ejercicios de reanimación.

Pero Señoría, con tanto escándalo, la vecina de abajo llamó a la policía.   Comprenda lo que pasó luego Señoría, por favor, fue todo muy rápido. 

Entró una policía municipal novata a la habitación, que estaba en penumbra, y se encuentra con un tío en pelota picada en el suelo,  dando porrazos a una cubana en el pecho 
como en la película esa del “Pulpo Ficción” y resoplando de vez en cuando a un señor en la boca, lleno de cables... ¡En ese momento, suena el timbre del despertador! Pues claro, del susto, ¡le pegó un tiro al reloj! y salió corriendo gritando a todo gritar a sus compañeros que: "¡Peligro, bomba, terroristas islámicos!"  Y se armó la de Dios es Cristo.

Señoría, mandaron venir hasta a los G.E.O.S. Pero mire usted, tuve sangre fría. 

Yo a lo mío, con ritmo: porrazos al pecho de  la cubana y soplidos al marido. Hasta que un hombretón vestido de negro, encañonándome, me preguntó que qué hacía. Yo se lo expliqué como pude, claro. 

Aquel capitán llamó a los sanitarios, bajó su arma, se quitó el casco y me estrechó la mano, entre risotadas. 


Y eso fue todo lo que pasó, Señoría. Se lo juro por Dios.


Marcuan (C).

1 comentario:

  1. Querido Marcuan, nos has hecho reír un rato con este vendedor de máquinas de coser.....y pensándolo bien habrá que tener más cuidado a partir de ahora que los tabiques son de papel.
    Un abrazo Laura y Víctor, 1001,1002,1003,ja,ja,ja.

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