miércoles, 19 de diciembre de 2012

ANCESTROS DE BRONCE II


Termina la ventura de los dos hermanos tartesios en tierras muy lejanas, que algún día visitaré.

Quizás nos encontremos por los bosques de Harz algún día, amigos ¡Espero que no sea dentro de 3.000 años!

Foto: Marcuan

                               VI  
     
Cuando  Manhucht y sus compañeros se dieron de bruces con el Océano, les pareció grandioso. El olor salino de la brisa marina les embriagaba.

Los días eran soleados y aquella inmensidad de agua azul no estaba tan fría como la de sus ríos. Encontraron cobijo en unas cuevas cercanas y se dedicaron a disfrutar de los baños y de la pesca. 

Recolectaban toda clase de animales marinos, los manoseaban y los lamían con curiosidad, discutiendo sobre los olores y sabores recién descubiertos.

Amanecía cuando sonó el cuerno de caza.

Los que dormían en el refugio rocoso asfixiaron la fogata y agarraron sus armas. El vigía vino corriendo y les señaló un punto blanco en el mar.

Escondidos en las rocas, vieron cómo una barcaza se acercaba a la playa hasta aproximarse a un tiro de lanza. Desde dentro echaron el áncora al agua. Cuatro hombres y una mujer bajaron hasta llegar a la arena, escudriñando los alrededores.

Como un espejo uno de los escudos de bronce reflejó un rayo de sol y un eco metálico rebotó en el acantilado, cuando los íberos desenvainaron sus espadas. 

Entonces, cinco guerreros nibelungos salieron a su encuentro con las lanzas en ristre.


― ¡Alto, no ataquéis! ¡Venimos en son de paz! ―gritó Maran, a todo pulmón, en lengua
celta―. ¡Buscamos los bosques de Tucht!

Manhucht quedó asombrado al oír pronunciar a aquel hombre del mar el nombre de su padre.  Clavó el mango de su lanza en la arena y bajó el escudo.

― ¿Quiénes sois y de dónde venís?

― Somos fugitivos tartesios y venimos del Sur de Iberia― dijo Maran. ― ¿Quién es vuestro jefe?

Manhucht y Maran se fueron acercando poco a poco, con la boca seca por el miedo.

Cuando estuvieron frente a frente enmudecieron: dos torques de oro celtas, idénticos, refulgían en sus cuellos al sol del mediodía.

                              VII

La luz de la luna llena bañaba el poblado de Osterode, pero no podía penetrar hasta la cripta de la gran cueva, donde todas las familias, en silencio, escucharon la extraordinaria aventura de Maran y Norka.


Cueva de Osterode

Luego habló Tucht, el padre de Manhucht, y les contó que Wotan era su hermanastro, hijo de un guerrero celta nómada. Wotan se había marchado del poblado cuando él aún gateaba.

―Muchas lunas atrás ―dijo Tucht ―dos hombres llamados Thor y Seg se presentaron en mi cabaña enviados por su jefe Wotan, para entregarme un torque de oro celta. Y no he sabido más de él, hasta ahora. Mi clan protegerá a los dos extranjeros.

                              VIII

Maran construyó una herrería con horno de fuelle, el único capaz de alcanzar la temperatura suficiente para fundir los lingotes de hierro, usados como lastre en la barcaza. Pudieron recuperarlos con los caballos de Manhucht.

― ¿Te gustan los caballos, Norka?

― Mucho, Manhucht.



Norka se marchó a ver la granja del hijo más pequeño de Tucht. Nevaba. El olor a estiércol y el ambiente tibio de los establos, le recordaron su hogar. 

Cuando acariciaba las crines de un potro blanco, sintió cómo una mano poderosa retiraba con suavidad los copos de nieve pegados a sus cabellos.

Volvió su cara hacia Manhucht, con temor, pero su miedo desapareció al ver ternura y pasión en aquellos ojos, tan azules como los cielos de Iberia.

Se abrazó a aquel hombre de las montañas.

Bosques de Harz
En el silencio de los bosques nevados de Harz, los gemidos de aquellos dos cuerpos se fundieron con los relinchos de las yeguas, como el cobre con el estaño…

Los calderos y vasijas de Osterode eran más grandes por estar fabricados de hierro. También sus arados, hoces y guadañas se hicieron famosos en la comarca y el clan de Tucht se enriqueció, aumentando en número.

Las joyas diseñadas por Norka, embellecían aún más a las jóvenes valquirias.


                                        

                              IX

Seg  vengó el asesinato de su hermano Thor, acabando con la vida de  Wotan y siguió el rastro de los hermanos fugitivos, como un hurón, durante mucho tiempo.

Cuando descubrió dónde estaban, dio la orden a un enjambre de asesinos de atacar Osterode, sin piedad.

― ¡Buscad a Maran y a Norka! ¡Los quiero vivos! ―gritaba Seg a su horda.

Manhucht, junto con hombres y mujeres de su clan,  alejados del poblado, habían conseguido escapar de la matanza y se ocultaron bajo la cripta de la cueva sagrada. Nadie los encontraba.

― ¡Traedme una mujer preñada y un hierro candente! ―ordenó Seg a sus esbirros.

La mujer, antes de que le taladraran el vientre, les señaló dónde estaba la gran cueva. Cortaron su cabeza de un tajo y se dirigieron como perros rabiosos a la cercana montaña.

 ― ¡Seg! No podemos entrar ahí con armas, son pasadizos muy estrechos ―dijo un guerrero.
Cuevas de Osterode

― ¡Asfixiadlos! ¡Que nadie escape con vida! ―mandó Seg.

Llevaron un caldero de betún a la entrada y lo prendieron fuego; luego echaron cristales de azufre a las llamas y cegaron todas las salidas.

En la oscuridad del interior Maran se acercó a Manhucht.

― ¿Dónde está Norka?

―Muy lejos. A seis días de aquí. Ha ido a regalarle un potro blanco a su amiga Friederike ―respondió  Manhucht.

Una neblina amarillenta y mortal se deslizaba poco a poco entre las estalagmitas, como una serpiente de río, hasta enroscarse en las gargantas de aquellos hombres y mujeres de finales de la Edad del Bronce...

Maran y Manhucht, recostaron sus cabezas en las frías piedras del suelo de la cripta sagrada.

Murieron juntos, sin saber que Norka llevaba un hijo de Manhucht en sus entrañas.
                                                        
                                X

Ciento veinte generaciones después, Uwe Lange y Manfred Huchthausen, se reencontraron con sus ANCESTROS DE BRONCE gracias a Susanne Hummel, antropóloga de la Universidad de Gotinga (Alemania) y su equipo de científicos.


Susanne Hummel
“Tuvimos una buena suerte increíble, el material genético estaba tan fresco como el que toman los forenses,  a los tres días de un crimen, de la sangre o del semen de la víctima.

Algunos esqueletos estaban cubiertos con calcio, el mismo que formó las estalactitas y las estalagmitas durante milenios. Ese calcio preservó la estructura molecular de los huesos, por lo que en 2.007 pude extraer material genético de la mandíbula y de los molares del cráneo de un adulto, encontrado en la cripta de la cueva.

Luego convocamos a los vecinos de la zona y tomamos muestras de ADN a cerca de 300 voluntarios.

Encontramos dos casos positivos: los de Manfred Huchthausen y Uwe Lange, con total seguridad. Coincidían al 100% por 100%  con la muestra tomada a su antepasado. 

Hoy en día, se admitirían como prueba irrefutable de paternidad ante un Tribunal de Familia.

Nuestras pruebas de ADN demuestran que la gran mayoría de los 40 esqueletos encontrados en 1980 en esa cueva, eran parientes. Está claro que se trataba de una especie de cripta sagrada familiar, quizás la de un gran jefe y la de su clan. Se los enterró juntos porque pertenecían a la misma familia.

Estoy segura de que si se aplicara el test genético a una mayor población, aparecerían muchos miles de descendientes de este clan, desparramados por todo el mundo.

Fue un golpe de fortuna haber encontrado dos líneas de sangre que nunca se alejaron mucho de esta cueva: el hogar de sus ancestros de la Edad de Bronce".
Susanne Hummel.


Uwe Lange

“Jugábamos en estas cuevas de niños. Nunca me hubiera atrevido a entrar, de haber sabido que mi antepasado estaba enterrado allí.

Cuando nos hemos reunido todos los parientes del hombre de la cueva, tengo que admitir que no veo ningún parecido entre nosotros.”

Uwe Lange.


Manfred  Huchthausen

“La figura de cera de mi ANCESTRO DE BRONCE, se parece un poco a mí…

 A los que quieran saber cómo se siente uno pudiendo rastrear sus raíces familiares hasta 3.000 años atrás, puedo decirles que es imponente, sensacional y fascinante.

Tuve una extraña sensación cuando visité la cripta, pero cuando me dejaron tocar los huesos de mi antepasado, sentí una gran emoción ¡Mis manos sostenían 120 generaciones de mi familia!”

Manfred Huchthausen.


Marcuan: 19/12/2012. Copyright.



4 comentarios:

  1. Me ha gustado la historia, sobre todo en la primera parte con esos tintes culturales de los troques y las falcatas, parece creado para que los más pequeños aprendan de forma inconsciente ;)

    Lo que me descuadra es lo de los nibelungos, ¿esos no son de la historia de Sigfrido el tesoro de los nibelungos? la verdad es que no lo entiendo

    ResponderEliminar
  2. Hola Jorge. Pues vamos a "descuadrarte" con esta información:

    Los nibelungos son un pueblo mitológico de las leyendas germánicas gobernado por el príncipe "Nibelung". Son enanos oscuros que vivían en las profundidades de la tierra y se dedicaban a la extracción de metales. Poseían un enorme tesoro que se encontraba en el fondo del río Rin y habían robado a las ninfas que lo custodiaban. El rey de los nibelungos poseía un anillo que tenía poderosas propiedades mágicas y atraía la desgracia a su portador.1 El caballero Sigfrido mató a los principes nibelungos Nibelung y Schilbung tras discutir con ellos sobre la forma de repartir el tesoro.
    La descripción de estos seres proviene del poema épico medieval del siglo XII el Cantar de los Nibelungos de origen germánico, inspirado en diversos conflictos que azotaron a los reinos francos entre los siglos V y VII. Durante los siglos XVII y XVIII la historia de los nibelungos fue casi olvidada, pero se recuperó con el surgimiento del romanticismo en el siglo XIX. En 1829, el escritor y filólogo alemán Wilhelm Grimm publicó las Leyendas históricas alemanas, un estudio de las mismas.
    Posteriormente, el compositor Richard Wagner, basándose en estas leyendas mitológicas, compuso un ciclo de cuatro óperas intitulado El anillo del Nibelungo que está formado por El oro del Rin, La valquiria, Sigfrido, y El ocaso de los dioses (tomado de Wikipedia).

    En vez de escribir "cinco guerreros alemanes o germánicos" he puesto nibelungos. El lector de ANCESTROS DE BRONCE hace un pacto con el autor al comienzo del relato: acepto tu fantasía. Y se deja llevar por la aventura...

    ResponderEliminar
  3. Gracias por la aclaración, después de un texto tan histórico me sorprendía una mención al pueblo mitológico de lo nibelungos, igual hubiera pasado con alguna otra civilización mítica como los atlantes.No sabía si había una historia entre líneas, algún guiño o era una licencia artística.

    Aprovecho para desearte unas felices fiestas.

    ResponderEliminar
  4. Gracias Jorge. Te deseo un buen Año Nuevo. Un año en el que seguirás creciendo intelectualmente y mejorando el proyecto de hombre que te has propuesto conseguir. Para mí tu acercamiento hacia la Historia es una gran satisfacción, que aumenta cuando me lees y me comentas con buen criterio. Un abrazo. Marco.

    ResponderEliminar