Hace un par de meses presenté este relato en un
concurso. Se ha defendido, pero no ha pasado a la final: No soy suficientemente
buen escritor...todavía.
Para concursar tuve que sacarlo del blog y, ahora, vuelve a él,
sin "barco" pero con "honra", parodiando al segundo de
nuestros Felipes ¡que ya van unos cuantos!
Que os divierta, aunque se basa en hechos reales.
“Me llamo Maximiliano Bravo y acabo de volarme la
cabeza mascando un chicle.
Yo había estudiado Ciencias Químicas en México y
todas las mañanas, cuando entraba en el laboratorio, tenía la costumbre de
introducir mi chicle en una probeta con un líquido de colorante hidroaromático,
para aumentar su sabor. Una manía que me ha costado la vida.
Ahora, cuando estaba haciendo un Máster en
Tecnología y Gestión de la Industria Química en el C.E.S.I.F. de Madrid,
Pancracio Gusano, el director del Máster, me ha cambiado el líquido inofensivo
donde sumergía mi chicle, por otro con un producto químico no identificado,
pero altamente explosivo…”
Carmen Reina de Quirós, comisaria de Interpol en la Unidad de
Drogas y Crimen Organizado, había conocido muertes raras, pero como aquella,
ninguna. Estaba inspeccionando un cadáver al que le había estallado la cabeza
por masticar chicle.
Pero muerte rara o no, había que investigarla.
— ¿Era usted el director del Máster del fallecido? —preguntó
Carmen.
La comisaria Reina era una mujer atractiva, lo sabía y no le daba
reparo alguno en utilizarlo cuando venía bien para sus pesquisas. En este caso
no era necesario.
—Sí —dijo Pancracio Gusano.
El Director del Departamento de Química, un hombre de modales untuosos,
era Doctor en Ciencias Bioquímicas y ansiaba ser propuesto algún día como
candidato al Premio Nobel. Desde que tenía uso de razón había sufrido burlas
por parte de sus compañeros de colegio, de universidad y de trabajo.
Conocía la crueldad como la palma de su mano y se propuso combatirla siendo el
número uno en sus estudios. Su nombre y apellido le habían marcado a fuego.
― ¿Puede contarme cómo ocurrió, doctor Gusano?
—Pues verá, comisaria, Maximiliano tenía el hábito de introducir
su chicle en polvo de ácido para mejorar su sabor. Pero hoy ha debido de
equivocarse de recipiente y lo ha mezclado con Gusanotrinitrotolueno…
— ¿Con “Gusano… qué”?—dijo Carmen.—Ese nombre no lo he oído nunca.
—Sí, es una nueva fórmula química que he inventado hace poco y que
multiplica por cien mil los efectos del explosivo… —contestó Pancracio.
— ¡Eso es mentira! —gritó Leila desde el fondo del laboratorio.
—Maximiliano se quedaba trabajando hasta muy tarde y me dijo que tenía
miedo de que El Gusano le
robara su fórmula secreta ¡Fue Maximiliano quien la descubrió! ¡Miren en su
computadora!
—Y usted ¿quién es? —preguntó la comisaria. Se dirigió hacia la
mujer.
—La limpiadora… y su amante, íbamos a casarnos este verano en Perú
—contestó Leila. Bajó los ojos llenos de lágrimas.
—Queda usted detenido, doctor Gusano. Por favor André, léale sus
derechos y póngale los grilletes —dijo la comisaria.
A su compañero André Puig le costó aguantar las ganas de reir.
Mientras Carmen Reina de Quirós abría la puerta trasera del coche
patrulla, para introducir al presunto asesino, recordó las palabras de Albert
Einstein: “Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del
Universo, no estoy seguro”.
Marcuan.
Enhorabuena por tu blog don Marco. Sigue escribiendo. Un abrazo.
ResponderEliminarRubén.