Vuelven a la vida virtual nuestros protagonistas: Alonso y Trici.
Esperemos que con nuevas y divertidas aventuras.
Un saludo, amigos.
Alonso Reques de Guilarte había dejado su pasado lejos, a 1.000 Km, con un
golpe brusco de acelerador de moto.
Una barba cana le había crecido en un rostro enjuto, castigado por el sufrimiento.
Sentado en aquella terraza de sillas y mesas de madera, en plena calle
principal, se sentía forastero, mientras una sombrilla circular de color crema, lo protegía
del fuerte sol, casi africano.
Fachadas, caras, aromas, sonidos, colores… todo era nuevo para él.
―Hola. ¿Qué te pongo?
―Una cerveza sin alcohol, por favor ―respondió Alonso.
La camarera, rápida como una joven gacela, se volvió de espaldas para
meterse en el interior del mesón. Su cabello rojo, largo y ensortijado reverberó, deslumbrándole.
Llevaba puesta una camiseta negra de manga corta y su pantalón, también
negro, ajustado como un guante, se ceñía
a un cuerpo delgado y elástico; grácil.
―¿Qué tapa quieres? ―dijo.
Había aparecido como un rayo de luz desde la penumbra del bar, mientras ponía un vaso
rebosante de cerveza fría sobre la mesa, y sacaba libreta y bolígrafo a la
velocidad que Billy El Niño desenfundaba el revólver.
―¿Tapa? ―contestó Alonso ―.Pues no sé…
Alonso alzó la vista y se fijó en su rostro de tez blanca como la
sal marina. Unos ojos oscuros y penetrantes, separados por una nariz
levemente aguileña, lo hipnotizaban.
―El atún mechao está mu bueno.
―Pues atún mechado, si es tan amable, por favor.
―¿Tú no ere de aquí? ¿Verdá? ―dijo la camarera.
Al sonreír, le enseñó unos dientes apretados como una fila de fusileros de
Napoleón.
―No, pero me he venido a vivir aquí para siempre. ¿Por qué?
―Porque habla mu fino, como los de Madrí ―dijo la chica, soltando una
carcajada.
Alonso rió también. Por primera vez en mucho tiempo. Siempre había sido un niño risueño, hasta que un cura le partió la nariz de un puñetazo, a los once
años, por correr por los pasillos del internado.
La camarera trajo un plato descomunal y lo puso sobre la mesa.
―¡Que aproveche!
Dos tostadas de pan crujiente, empapadas en aceite color oro, que olía a zumo de olivas del Olimpo, llevaban a cuestas unas generosas tajadas de
atún escabechado con ajo y perejil.
Foto: Marcuan |
Levantó el vaso para apurar hasta la última gota de cerveza y se quedó por
un instante quieto, como en éxtasis, cuando sus ojos chocaron con los de la
chica de los cabellos de fuego, que lo observaba divertida.
― ¿Tá gustao?
― Sí, mucho. Gracias.
― ¡Uy ¡Po va a sé verdá! ¡Lá puesto cara de carajote! ―contestó la
pelirroja, mostrando unos hoyitos en la cara, redondos como monedas.
― ¿Carajote? ―preguntó Alonso, confuso.
―Jajaja. ¡Bienvenido al Sur! ¡No te quea ná que aprendé!
―Pues yo también sé muchas cosas ―contestó Alonso divertido ―. Por
ejemplo, ¿sabes que a los pelirrojos nos hace falta un 20% más de anestesia que
al resto de la gente, para resistir el dolor? Es genético.
―¡Po es verdá! Ezo le pasaba a
mi pare. Salía por pata cuando le llevaban al dentista. A mí me pasa iguá ―dijo
la camarera ― ¿Cómo te llama?
―Alonso Reques de Guilarte.
―¡Uy qué largo! Aquí tos tenemo mote.
―¿Y cuál es tu nombre? ―preguntó Alonso.
―Patricia, pero tos me llaman
Princesa.
―Encantado de conocerte Patricia, yo te llamaré Princesa… Roja.
― ¡Jajaja! ¡De roja ná! Barba Blanca ¡Jajaja!
― Bueno. Pues… Princesa de Fuego.
Alonso también rió y empezó a notar cómo el nudo que anidaba en su
pecho, aflojaba.
Se levantó sonriente, pagó y se marchó andando calle abajo; en busca del
mar y de su moto Trici que, fiel,
siempre lo esperaba.
Siempre.
Siempre.
Bueno marcos, la leo por segunda vez y me encanta en la forma en ke lo narras , sobre todo la conversacion ke mantienen es muy de aki del sur , campechana y familiar , estoy muy orgullosa de ke te hayas inspirado en mi, ke me hayas echo participe en tu novela , gracias marcos , un besazo enorme y sigue escribiendo porke ya me tienes como una seguidora mas
ResponderEliminarGracias a ti. Sólo por lo que me dices, merece la pena el esfuerzo de escribir. Ahora no me encuentro todavía en forma, pero me pondré y volveré a repartir ilusión entre mis lectores. Te lo prometo. Hasta pronto.
EliminarMarco Antonio
Me ha encantao,¡¡¡¡¡ tu historia
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