Un cuento de Navidad negro, pero aquí está, fiel a su cita anual, pase lo que pase, hasta que el cuerpo aguante.
A mis lectores, si aún me quedan, les deseo lo mejor y más bonito en el Nuevo Año 2017.
Yo sólo quiero que las musas me concedan suficiente inspiración, para seguir haciéndoos soñar y reír con mis relatos . Que os divirtáis.
Yo sólo quiero que las musas me concedan suficiente inspiración, para seguir haciéndoos soñar y reír con mis relatos . Que os divirtáis.
I
― Los
espías somos sus ojos, sin nosotros el ejército es un cíclope ciego… Agente
Peláez, es una misión peligrosa. Tenga mucho cuidado. Encuentre a esa rata y tráigala:
viva o muerta. Suerte.
― A
sus órdenes, mi coronel.
Al
expolicía Alberto Peláez se le iba a aplicar una severa condena por matar a un hombre, de forma accidental, al salir en defensa de un burrito maltratado*.
El fiscal le ofreció la posibilidad del indulto por un
trato: hacerse agente del Centro Nacional de Inteligencia Español en Marruecos. Aceptó.
La misión que le acababan de asignar, era la de localizar el paradero de un yihadista de origen inglés, llamado Abu Mohamed al Adnani; discípulo de Zakaria Said Mohamed; exmilitar español renegado, experto en bombas y odio.
La misión que le acababan de asignar, era la de localizar el paradero de un yihadista de origen inglés, llamado Abu Mohamed al Adnani; discípulo de Zakaria Said Mohamed; exmilitar español renegado, experto en bombas y odio.
“Si no eres capaz de encontrar una bala o un
explosivo,
entonces selecciona al impío americano,
francés o a cualquiera de sus aliados.
Golpéale la
cabeza con una roca, asesínale con un cuchillo,
pásale por encima
con el coche, tírale desde un lugar
muy alto, estrangúlale o envenénale”
― ¡Maldita
sea mi suerte! ―masculló Peláez.
Las Navidades pasadas se había enamorado de Mara, su compañera de Comisaría en Cádiz. No pudo ser. Mara mantenía a un amigo y antigua pareja , un parado profesional, por pena ;y no pudo soportarlo.
Limpió su pistola Glock despacio, con el mismo mimo y ternura como cuando
acariciaba los rizos de terciopelo dorado de la gaditana.
II
VISITA MARRUECOS FANTÁSTICO EN MOTO PROPIA
O DE ALQUILER.
O DE ALQUILER.
Alonso Reques de Guilarte leyó el panfleto en una gasolinera, interesado.
Llamó por teléfono a Peláez, su viejo amigo. Sabía de su traslado a Marruecos.
―
Vente a verme Alonso ―le animó Peláez ―tú
siempre fuiste un temerario.
― Es
mucha pasta y poca la caballería mecánica que
llevo ―contestó Alonso.
―
Pues compra güisqui y vodka para Tarik ―dijo
Peláez.
―
¿Quién es ese? ¿No querrá invadirnos otra vez junto con Muza? ―rió Alonso.
― No... Es mi confidente marroquí. Quiere conseguir un pasaporte para irse a vivir a España. Le gusta beber. Te dirá dónde vender las botellas en el mercado negro de Marrakech y así te pagas el viaje.
― ¡Tú
moto! ¡Tienes a tus amigos moteros
hasta las narices de Trici! ¡Que si no
se cae, que si te pones de pie en parado, que corre como un
galgo…! ¡Anda
ya, que le den a tu moto!
― ¡Por los cuernos del buey de San
Lucas! ¡Voy!―dijo Alonso enfadado ― Mándame a Tarik al puerto de Tánger...
III
― Son bienes gananciales, señor.
― ¿Qué? ―farfulló su superior
apartando la vista del escote...
― Mis pechos, eso es lo que dice
mi marido ―dijo Sima sonriendo divertida.
― Vayamos al grano agente. El
Mosad tiene información de que un tal Tarik va a viajar desde Tánger, encima de
un cacharro de tres ruedas, con el amigo de un espía español llamado Peláez.
― ¿Cómo ha dicho que se llaman?
―preguntó Sima.
― Tarik y Alberto Peláez ―contestó
el jefe.
― No. El cacharro de tres ruedas y
el jinete del
asfalto que lo monta.
― ¡Ah! Es una motocicleta Piaggio
MP3 500 LT Sport. Su conductor, un tal Alonso Reques de Guilarte, la ha personalizado llamándola Trici. La trata como a la niña de sus ojos.
― Bonito nombre de caballero
andante, pero Trici no es una motocicleta: es un triciclo...
― Bien. Su misión es conseguir la
información que
tiene Tarik, confidente del espía español y agente
doble, sobre
el escondite de Abu. No hace falta
que le prevenga del peligro que va a
correr. Va usted sola.
― Bueno no se preocupe jefe,
iremos yo y mis bienes gananciales ―dijo
Sima Benasayag, guiñándole un ojo.
Mientras se encaminaba hacia su todo terreno, palpó
su pistola MicroUZI, pequeña y letal como la picadura de un áspid,
que siempre llevaba escondida entre sus exuberantes senos.
― Parecemos los tres mosqueteros** ―dijo Vicent, un médico mallorquín de mirada bondadosa, alto y enjuto.
Alonso, Vicent y Agustín se conocieron en las tripas del ferry Algeciras-Tánger, mientras sujetaban sus motos con fuertes cinchas al casco de acero. Simpatizaron de inmediato.
― Un cirujano de Mallorca, un empresario de Valencia y un maestro de escuela de Segovia al servicio de la reina de África. Va lista
si tenemos que recuperar sus doce herretes de diamantes** ―dijo Alonso bromeando.
― Venga, che ―dijo Agustín, nervudo y de ojos negros y vivos como los de sus ancestros
fenicios ―seamos serios, nos falta D’Artagnan.
― Pues nos está esperando en Tánger, majo, pero no es gascón; es un moro
―dijo riendo el segoviano.
― ¿Tú eres maricón? ―preguntó
Alonso a Tarik,
cuando éste se presentó en la aduana de Marruecos.
Tarik enrojeció. Chapurreaba el
español lo suficiente
para entender el significado. No le gustó y llevó su
mano,
más rápida que un tiro, a la altura de la
cadera, donde la esperaba una daga afilada como
un escalpelo.
― Vale, vale tío, no te mosquees ―dijo Alonso
―escucha. ―Tú eres hombre, yo
también; machotes
los dos, pero cuando subas
conmigo en la moto, tu pecho y mi espalda se
funden en uno. ¿Lo entiendes? Abrázate a mí con todas tus fuerzas. Mis compañeros llevan motos
muy potentes y tengo que seguirles ¿O.K.?
― O.K. ―dijo Tarik.
― Cuidado Alonso con lo que dices, no te pongas ni
nos pongas en peligro ―susurró.
Vicent había visto relucir la navaja
y se lo había
advertido a Agustín.
― Vamos mosqueteros, en marcha, la reina de
África espera que recuperemos sus diamantes de
sangre ―dijo el balear, mientras hacía
rugir entre sus largas piernas a “Flecha Blanca”: su nueva BMW R1200R.
Agustín se subió en "Bala Plateada"; una BMW
1200 GS metalizada, más brillante que Apolo y salió
detrás de Vicent como un obús.
1200 GS metalizada, más brillante que Apolo y salió
detrás de Vicent como un obús.
― Andando “Trici” ―suspiró Alonso, mientras su moto seguía, con más pena que gloria, la estela de sus hermanas mayores.
Polvo, sudor y hierro... Vicent, Agustín y Alonso, cabalgaban hacia lo desconocido.
Tarik levantaba la mano cuando era la hora del rezo musulmán y paraban en las gasolineras, donde había mezquitas, cuya entrada estaba prohibida a los infieles.
― Ven conmigo ―dijo Tarik, apartando
a Alonso del
grupo, en una parada.
― Oye, que yo respeto todas las
religiones, pero soy
agnóstico y…
― Mira, sé que llevas güisqui y
vodka para venderlo
en el mercado negro. Si me das las botellas ahora, te doy la dirección de Al Adnani ―dijo Tarik muy serio.
― ¿Y ese tío quién es? ―contestó
Alonso, algo
asustado.
― Un amigo mío muy importante; si
vais a verlo de
mi parte, os recibirá como en los Cuentos de las Mil
y Una
Noches…
―¿Tiene harem? ―bromeó Alonso.
―¿Tiene harem? ―bromeó Alonso.
Odalisca |
― Bueno, iremos a comprobarlo. Toma, las llevo en esta mochila ―dijo Alonso entregándole una botella
de Miskaya Kristall, un vodka bielorruso y otra de un güisqui
japonés: el Yamazaki 18.
Tarik las manoseó con sus
mugrientas manos,
mientras las miraba con deseo.
― ¿Un güisqui japonés?
― Pruébalo macho, sabe a cerezas, le gustará a Scheherezade*** ―contestó risueño Alonso, dándose la vuelta en busca de su
moto.
La torva mirada de Tarik, negra
como el veneno de una cobra, se pegó a la nuca de Alonso.
VI
tres hombres se deslizaban entre los botones de la camisa caqui de Sima.
― Ni idea ―dijo Alonso ―se fue
a ver a un
pariente en Ifrane. Le regalé el vodka y el güisqui.
Es muy simpático, nos recomendó que fuéramos a visitar a un amigo suyo.
― ¿Ifrane? Allí los pueblos parecen más propios de
Suiza que de África,
hasta puede haber nieve…
―dijo, recelosa, la israelita.
Su ondulada cabellera negra se volvió para
cruzar una mirada de preocupación con Peláez. Todos se fueron a cenar el plato típico del pueblo: tajín.
cansancio, encendió la luz y puso en funcionamiento
el
ventilador del techo. Se quedó boquiabierto: un
sujetador de copa C bailaba al
son de las aspas,
escupiendo a los cuatro puntos cardinales un
aroma
embriagador.
Desde detrás de una columna de mármol jaspeado,
Desde detrás de una columna de mármol jaspeado,
aparecieron brazos, cabeza, torso, caderas y
piernas de una diosa fenicia, bailando la danza del vientre.
piernas de una diosa fenicia, bailando la danza del vientre.
Cuando Sima Benasayag salió al
amanecer de la
habitación de Alonso, no sólo llevaba la MicroUCI
entre sus pechos…sino también una sentencia de muerte: la de Abu Mohamed al Adnani y una bala menos en la recámara de su pistola: la que había acabado con la vida de Alberto Peláez.
El agente español jugaba con dos barajas, y eso el Mosad no lo perdona...
Sólo Mara y su amigo asistieron al entierro.
― Yo te perdono Peláez, nadie es
perfecto,
nadie. Ningún policía de la Comisaría hubiera hecho lo que tú hiciste: poner en peligro tu propia vida para intentar salvar la de un burrito
andaluz*. Fuiste muy valiente. Descansa en paz, viejo amigo, nunca te olvidaré ―dijo Mara, mientras
echaba un puñado de tierra en la tumba, aún descubierta.
Algo no iba bien subiendo el
puerto de alta montaña
de Tizi-n-Tichka en el Atlas, donde las
curvas se suceden durante más de cien km.
La moto de Agustín pasó por encima
de un profundo
bache y un seco chasquido anunció la rotura del
rodamiento de su rueda trasera. Todos los intentos
por arreglarla fueron inútiles. Faltaba la
pieza de recambio y allí, en los barrancos donde filmaron parte de la Guerra de las Galaxias, ya no estaban los chatarreros espaciales: los Jawas.
― Sube de paquete Agustín. Encontraremos el repuesto, volveremos y repararemos la avería ―dijo Vicent.
En lo más alto de la montaña, el visor de un
francotirador localizó las motos, que serpenteaban
como cucarachas
por un queso podrido.
Tarik dudó. Su alma de traidor eligió el blanco más lento y fácil...
Un meteorito metálico de plomo, invisible
a más de
850 metros por segundo, impactó en el pecho de
Alonso. Su armadura de
cuero azul y negra, no fue
suficiente
coraza para pararlo.
Trici, desbocada, enfiló hacia el pretil, que no
aguantó la embestida de sus 250 kilos lanzados a 100 km por hora.
Moto y motorista cayeron en el abismo rocoso,
entre fuegos artificiales de arena y piedras rojizas, volando hacia el sol, como halcones peregrinos.
Treinta metros más abajo, Alonso, entre estertores de muerte, vio aproximarse a un Jawa.
Se equivocó... era la ladrona de dulzuras: la Parca.
VIII
― Me pareció un buen tipo: intenso, bien dotado,
generoso, sensible… Tenía la piel tan suave como la
generoso, sensible… Tenía la piel tan suave como la
de un niño.
Me regaló un búho, símbolo de Palas Atenea, diosa de la sabiduría: lo
que más amaba en esta vida ―Sima Benasayag hablaba con ojos húmedos…
Agustín y Vicent se acercaron a la
bella agente
sefardita, que lanzó las cenizas y el amuleto de oro a la Bahía de Cádiz, desde el nuevo puente, esparciéndolas
sobre un mar tan en calma, como el río de plata de un Nacimiento de Belén.
―Uno para todos… ―musitó Vicent en
voz baja.
Los dos supervivientes de la aventura africana arrancaron sus motores,
dieron tres acelerones y partieron.
Sima Benasayag volvió a la barandilla del puente, sacó de entre sus pechos las dos bujías de
Trici, que había mandado recuperar y las
besó antes de echarlas al Mar del Sur.
― Me gustó cuando me llamaste diosa fenicia. Mucho...
Adiós, Alonso Reques de Guilarte. Espérame en la eternidad, motero guapo.
Adiós, Alonso Reques de Guilarte. Espérame en la eternidad, motero guapo.
Marcuan: 02/01/2017.
*Plata y oro para Platero. Relato
de Marcuan.
**Los tres mosqueteros. Alejandro Dumas.
*** Cuentos de Las Mil y Una Noches.
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